Termino la XIII versión del festival internacional de música de Cartagena, un homenaje a la armonía alrededor de los números y las estrellas; su realización es una prueba adicional de la capacidad que tiene la humanidad de construir.
La composición de melodías en las que se incorporan sonidos que la naturaleza no conocía y que jamás existirían sin la creatividad del hombre; compuestas para responder a distintas vivencias y sentimientos; materializadas mediante la refinada ejecución de instrumentos diseñados por la mente y elaborados con las manos, utilizando herramientas fabricadas con el propósito de moldear materiales que suministra la madre tierra, son una breve prolongación de los diversos caminos por los que explora su hábitat el género humano.
Al mismo tiempo, inmediatamente después de reportar la belleza del espectáculo, los noticieros dan cuenta de la escalada de asesinatos de que son objeto personas humildes, diseminadas por la geografía nacional, que se destacan como voceros en sus comunidades; su ocurrencia se viene dando con tal frecuencia, que la cuestionada Fiscalía General de la Nación, no ha tenido más remedio que aceptar la sistematicidad de los atroces crímenes.
Su continuidad, su conexión con lugares en los que regularmente anda en curso algún proyecto económico alineado con las políticas de despojo de territorio o extracción de algún recurso natural o la construcción de alguna mega obra, confirman que no se relaciona con una práctica de hombres malvados, se trata es de garantizar el lucro de unos intereses, negocios que surgen al amparo de un modelo de país, de una política económica que requiere de la violencia para asegurarse, porque llega a las regiones a eliminar la tranquila forma de vida de las comunidades, a quitarles lo que siempre ha sido suyo.
Por ello no es de extrañar la exigencia al gobierno nacional de la multinacional Gran Colombia Gold en Antioquia, de militarizar la zona en concesión con el propósito de desalojar a los mineros tradicionales.
Mientras persistan los gobernantes que defienden el libre comercio, la confianza inversionista y los criterios que impone el capital financiero, la violencia continuara siendo el medio para asegurar los estragos que genera la desigualdad.
La música ha sido empleada para recrear los diferentes estados de animo de las gentes, desde la tristeza por la perdida de un ser querido, hasta la alegría de la cosecha; los tonos que regocijan y estimulan la sensibilidad por lo bello y lo edificante, únicamente serán posibles en un país con menos inequidad.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com