La vida es un ratico

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No puedo estar triste el martes o el miércoles por la anticipada partida de mi amigo Edgar Artunduaga y hoy estar escribiendo de las fiestas del San Pedro y lo bien o mal organizadas. No puedo realmente tener una sonrisa dibujada en mi rostro y bailar a cualquier ritmo a dos días del fallecimiento de alguien a quien admiraba y apreciaba, no poseo tan alto grado de incoherencia entre mi pensar, mi sentir y mi actuar.

En un video de aquellos que se comparten por montones por las redes sociales me llegó uno acerca de una reflexión de Facundo Cabral sobre qué es la felicidad, en el que menciona algo interesante que dice: “La vida es tan simple. Los chinos expresan: cosa extraña es el hombre, nacer no pide, vivir no sabe, morir no quiere”.

En otro video, recibido a través de un grupo de WhatsApp, pude apreciar otro mensaje en el que su autor invita a dar gracias al Ser Supremo por la vida y por lo simple de ella, por un nuevo día, por una nueva oportunidad, por la familia, por los años y las experiencias vividas, por los bienes adquiridos, por los amigos, por el trabajo y por todo cuanto hemos podido recibir para bien de nuestra existencia.

Facundo tiene otra canción muy bella cuyos versos expresan algo así: “Este es un nuevo día, para empezar de nuevo, para buscar al ángel, que aparece en los sueños. Para cantar, para reír, para volver a ser feliz”.

Y no es mentira que la vida es un ratico y el tiempo se escapa entre los dedos y más demoramos siendo niños y jóvenes, que en estar peinando canas y añorando la visita de los hijos o de los nietos. La niñez es corta, la adolescencia es pasajera y la juventud es un relámpago, pero la madurez es extensa y por ello debemos saber aprovechar cada etapa de la mejor manera para que cada instante de nuestra existencia sea vivida a plenitud, sin importar tanto lo material, pues de eso nada nos podemos llevar cuando nuestro Padre Celestial nos llame a nacer para la vida eterna.

Muy seguramente si Edgar hubiese anticipado su partida, podría haber dedicado a sus allegados, algunos fragmentos de una famosa canción de Alberto Plaza como estos, “A mis amigos les adeudo algún enfado, que perturbara sin querer nuestra armonía; sabemos todos que no puede ser pecado, el discutir, alguna vez, por tonterías. A mis amigos legaré cuando me muera, mi devoción en un acorde de guitarra y entre los versos olvidados de un poema, mi pobre alma incorregible de cigarra”.

Ya hoy Artundaga no está, pero sus emisoras no pararon de sonar, los periodistas se presentaron a primera hora a laborar y luego del noticiero las notas románticas del pop latino se emitieron como si nada hubiera sucedido. Seguramente los amigos y familiares que viajaron desde otras latitudes a acompañar a su esposa e hijos ya viajaron y hoy ya están en sus actividades normales, pero la imagen de este hombre no creo que se borre tan fácilmente de sus mentes.

Pero además finalmente hubiese querido decir: “Adiós amigos, mis compañeros de aventuras; adiós amigos, tal vez ya no los vuelva a ver. Las emociones, los mil momentos de locura, nuestras canciones, hoy pertenecen al ayer”. ¡Muchas gracias y hasta luego!

Por: Hugo Fernando Cabrera – hfco72@gmail.com
Twitter: @Hufercao04

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