La Revolución de la Conciencia: ‘Cambiemos esta vaina’ – VI Parte

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A comienzos de esta semana me abordó un gran amigo al que aprecio mucho y respeto más, y me dijo de manera burlona, “oiga Hugo y cuándo es que va terminar con el cuento ese de la Revolución de la Conciencia que ya el tema se está volviendo monótono”. Yo lo miré y le sonreí con cierto desconsuelo y le dije, “mi hermano querido, este tema apenas comienza.

Recuerde que las grandes luchas para conquistar importantes metas no son causas de corto aliento, en realidad son apuestas a las que hay que irles sin pereza, sin miedo y sin reparo, o presénteme al primero que haya logrado importantes conquistas sin esforzarse, sacrificarse, persistir e insistir”. La conversación prácticamente terminó con un “¿pues si no?” y un hasta luego.

Este corto diálogo que les comento que aconteció a inicios de la semana, en lugar de apabullarme o desanimarme, me llenó de mucho más ánimo, de mucha más fuerza y de muchísimas más ganas de continuar exponiendo lo relacionado con “La Revolución de la Conciencia”, por eso continué presentando la idea a personas de todas las edades, de todos los niveles socio económicos, de diferentes sectores y ocupaciones; pero les comento, algo que me llenó de gran satisfacción, fue la inmensa receptividad de los jóvenes ante este llamado.

Hace un tiempo leí unas palabras que San Juan Pablo II dijo a los jóvenes en la XVIII Jornada Mundial de la Juventud el 25 de julio 2002, que dicen: “Ahora más que nunca es urgente que seáis los “centinelas de la mañana”, los vigías que anuncian la luz del alba y la nueva primavera… La humanidad tiene necesidad imperiosa del testimonio de jóvenes libres y valientes, que se atrevan a caminar contra corriente y a proclamar con fuerza y entusiasmo…”

A raíz de la reacción positiva de los jóvenes, busqué nuevamente estas palabras que alguna vez había leído y entendí con claridad que la juventud es el insumo del cambio. Las mentes nuevas deben asumir la responsabilidad de conducir los destinos del mundo, conjugando la sabiduría de los mayores con la visión fresca que les ofrecen los nuevos amaneceres.

No podemos dejar a un lado la sapiencia de los adultos que en su trasegar han cultivado tantos saberes; lo que tiene que hacer la juventud es tomar esas buenas experiencias y sumarlas a su energía, y a la brillantez que la era de la tecnología y el conocimiento cada día proporciona con más resplandor.

La juventud es la llamada a respaldar “La Revolución de la Conciencia”, ese movimiento que invita a actuar con responsabilidad suma, a defender el medio ambiente en todo lo que este significa, a derrotar el todo vale y vencer el paradigma nefasto de “no perder papaya”, a saber que la riqueza se da tras la fuerza moral y no la fuerza bruta, que estamos en un paso por la vida y que en esta senda lo que debemos hacer es vivir de la mejor manera, servir sin mezquindad y construir un mundo mejor en el que quepamos todos, al final ricos y pobres, tarde o temprano llegaremos al mismo momento.

Es importante tener claro que la revolución de la conciencia no es una revolución violenta sino una revolución pacífica en la que los jóvenes deben pronunciarse y expresar con libertad sus ideas, unas ideas que construyan y no que destruyan. Que las palabras vayan acompañadas de obras y acciones solidarias que unan y generen cohesión.

Los jóvenes tienen en sus manos la fuerza y el poder para transformar la sociedad de manera positiva, pero para ello es importante que en medio de su ímpetu, propio de la edad temprana, reflexionen sobre lo que acontece en su entorno y llamen a la indignación serena y al compromiso serio, pues ellos más que nadie son los llamados a que CAMBIEMOS ESTA VAINA.

Por: Hugo Fernando Cabrera – hfco72@gmail.com
Twitter: @Hufercao04

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