En el año del bicentenario resulta imposible entender su dimensión, su significado sin revisar los elementos que lo antecedieron y que propiciaron la comprensión de los habitantes de estas tierras de las ventajas de independizarse del sojuzgamiento de la corona española; tal y como lo seria ahora de la intromisión gringa, de la cual la cancelación de visas a magistrados solo es una anécdota, en proporción con la verdadera dimensión de las decisiones que toman por nosotros.
Es inevitable toparnos con la Expedición Botánica y Mutis, la Declaración de los Derechos del Hombre y Nariño y el reconocimiento que realizara Alexander von Humboldt de la geografía del nuevo mundo. Una rápida mirada a este último a través del internet nos condujo en el presente, al Instituto que lleva su nombre y que adelanta importantes trabajos de investigación relacionados con nuestra biodiversidad.
Documentos disponibles para el publico como Guía de especies del bosque seco tropical, Moluscos dulceacuícolas de Colombia, Aves de la Sabana de Bogotá, Tarot de la biodiversidad, una serie editorial sobre Fauna Silvestre Neotropical y el Atlas de la biodiversidad en Colombia, texto que origina el título del presente artículo.
Este último es el resultado de integrar a un notorio grupo de expertos en el conocimiento de la biodiversidad del país que alrededor del estudio de las Zamias, un grupo de plantas emblemático, que representan la singularidad ecológica de nuestra biodiversidad, evalúan las condiciones de conservación o degradación de las zonas en las que se ubican.
Aunque se localizan a lo largo de la zona meridional del continente americano, en nuestro país se identifican en el estudio 23 de las 79 reconocidas, que remontan su existencia a mas de 250 millones de años y algunas de ellas formaban parte de la dieta de los dinosaurios; lo grave es que la mayoría se encuentran en estado de peligro critico o de extinción, condición que evidencia el daño sufrido por las áreas en donde aun sobreviven.
Su estudio, sin embargo, contribuye a la: “evaluación de riesgo de extinción de especies, la identificación de áreas de alto valor para la conservación de especies en Colombia, la planeación ambiental de los planes de ordenamiento territorial y el fortalecimiento de los planes de compensación por pérdida de biodiversidad”.
Movilizaciones como la adelantada por los habitantes del área metropolitana de Bucaramanga, para evitar la intervención en el páramo de Santurbán, corresponden a la preocupación que la comunidad científica viene expresando por el acelerado deterioro de nuestro hábitat, consecuencia de un desbordado apetito de multinacionales mineras y energéticas que arrasan con regiones enteras en procura de maximizar las ganancias de sus inversionistas y que hacen caso omiso a la necesidad de armonizar el uso de la naturaleza y la satisfacción de las necesidades de la población.
Es prioritario apoyar iniciativas como las del instituto Humboldt, difundirlas en la comunidad educativa y presionar para que sus consideraciones sean tenidas en cuenta por la dirigencia política.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com