El mundo cambió, y lo sigue haciendo constantemente de una manera vertiginosa, muchos negocios han quedado atrás por no adaptarse a las nuevas condiciones de mercado o por no innovar y estar a la altura de lo que demandan los consumidores.
El Diario no escapa a esa dinámica, cada día son menos los que disfrutan leer un periódico impreso; para algunos no tiene sentido mantener en circulación impresa un periódico que ya cualquiera puede ver en la Web y que, con sus máquinas, químicos y ruido, solo contaminan el planeta.
En Estados Unidos cerca de dos mil (2000) periódicos impresos han cerrado desde el año 2004, cuando, de manera fuerte, comenzó la competencia de internet con emisoras, revistas y periódicos digitales.
Inicialmente, el cierre afectó a informativos de ciudades pequeñas, pero hoy, hasta el New York Times, ha anunciado que en algún momento cerrará su rotativa.
Los cambios son a todo nivel, el Gerente Digital se volvió el funcionario más importante de un periódico y quien debe tener la capacidad de llevar el medio a lo demandado por los lectores, de igual manera, para los columnistas ya se volvió indiferente en que medio lo hacen.
Ese prestigio que daba escribir en un impreso de renombre ya no tiene mayores connotaciones ante lo que puede hacerse a través de Internet.
Nuestros diarios locales no son la excepción, todos somos testigos que cada día son menos los periódicos que se imprimen y sobreviven casi que con los anuncios que como medio de notificación exige la ley en algunos procesos judiciales. Si los gobiernos municipal o departamental no pautan, la crisis se acentúa, pues son pocos los clientes a los que les interesa la publicidad en medio impreso.
Estas empresas, que en su momento eran grandes generadoras de trabajo hoy día tienen poco personal, muchos vinculados por prestaciones de servicios o en todo caso, en condiciones laborales que en otras épocas eran mejores.
Poco a poco vemos como esos momentos de gloria, riqueza y poder se han derrumbado para abrir camino a empresas dinámicas, adaptadas y sobretodo digitales.
Aunque la solución pareciera sencilla, nuestros diarios siguen anquilosados y moviéndose empresarialmente a ritmo de dinosaurio enfermo, no se entienden políticas absurdas como no actualizar temprano una web, dizque para obligar al lector a que compre el impreso, o como aquella de no subir las secciones más leídas para ejercer la misma presión, o la peor, mutilar las columnas en el impreso para obligar al lector a ir a la Web para encontrarse con la desagradable sorpresa que la columna nunca ha estado en línea.
¡Hay mucho por mejorar!
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Por: Diego Muñoz Marroquín – diegom@munozab.com
Twitter: @diegomunozhuila