La historia de la ramera
A un poblado llegó algún día un distinguido visitante, quien llegó desde muy lejos a saludar a un pariente. Por no quererlo incomodar y no parecer importuno, llegó a un hostal que parecía elegante, para descansar en su estadía.
Al quererse registrar dijo, mi nombre es Roberto y vengo desde muy lejos, quiero una habitación cómoda y fresca en donde pueda extender mi hamaca, para dormir unos días. El dueño de aquel lugar llamó de tajo a su mujer y le pidió comedidamente que le mostrara el hotel, para que su cliente escogiera sin afán la habitación al pleno gusto de él, no sin antes pedirle un pequeño adelanto de cien mil pesos colombianos.
Roberto sin molestarse mandó su mano al bolsillo, de cual sacó una cartera de la que extrajo sencillo; un billete con la imagen del Valle de Cocora y la palma de cera del Quindío, el pájaro barranquero y la flor del sietecueros, junto con el retrato de Carlos Lleras Restrepo.
Cuando ingresa el caballero en compañía de la dama, don Pedro, el dueño de aquel hotel, toma el dinero entregado y sale con su carriel, a abonar cien mil a Jacinto, quien es dueño de la tienda, que provee al hospedaje de insumos para comer. Éste toma esa platica y va a casa del carnicero para abonarle a la deuda que adquirió desde febrero, por cuenta de una carne que le fio para vender.
El carnicero contento, sin tiempo para perder, deja atrás su bata blanca y con un muy buen semblante sale en estampida a la casa de su amante, a quien le paga unos pesos que le debe de hace días, por atenciones prestadas y comiditas servidas.
La mujer que es muy atenta deja feliz a su cliente y después de despedirse, se dirige al hotel en donde lleva a sus amantes, para pagar unos servicios que ella debe desde antes; allá saluda a don Pedro, dueño de la posada, quien por unos pocos pesos le alquila a esta dama, una alcoba muy sencilla con una pequeña cama.
Pedro muy complacido toma el dinero pagado y en eso sale Roberto todo desilusionado y le dice con tristeza, amigo quiero decirle que no tomo ninguna alcoba, pues lo que en realidad yo quiero es una pieza más cómoda. Así que deme mi dinero y yo busco en otra parte, lo que no encontré aquí, tal vez regrese más tarde.
De esta manera pues, pasa de mano en mano, un billete de cien mil con el que pagó un fulano. Quedó bien don Pedro y Jacinto, y bien quedó el carnicero, la ramera quedó bien y el billete volvió a Roberto.
Cuando en una ciudad no hay dinero circulante, por cuenta de que es guardado o sacado por montones para otra ciudad u otro departamento, la economía se desacelera enormemente y se comienza a generar una crisis como la que se está viviendo en estos días, porque no nos digamos mentiras, la gente está escasa de plata, no hay capacidad de consumo, todo el comercio se queja de la falta de peculio en poder de los consumidores para que éstos adquieran los productos y servicios que se comercializan.
Habría que revisar qué está generando este fenómeno porque se podrían emitir varias hipótesis importantes sobre este tema, yo en particular tengo las mías. ¿Qué dicen los gremios?
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Por: Hugo Fernando Cabrera – hfco72@gmail.com
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