Drogadicción: la gran amenaza

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Miguel Rodriguez HortuaPara la década de los años 70, los capos del negocio de la marihuana se concentraban en zonas de la Guajira, Bolívar y el Magdalena medio. La juventud citadina influenciada por el rock y sus “mechudos” querían imitarlos en su forma de vestir y moverse al son de su estridente música y, para varios de estos, que mejor que acompañar su divierta con un “cacho” de marihuana.

Por aquella época consumir marihuana era común en los diferentes estratos sociales y no causaba mayor daño en la economía nacional y salud de quienes la consumían, comparado con el monstruoso perjuicio que hoy causa el micro tráfico y consumo de alucinógenos en los diferentes estratos sociales, con un enorme costo socioeconómico, de incontable magnitud para el estado colombiano.

Para el inicio de la década de los años 80, la marihuana perdía espacio frente a la proliferación de cultivos de coca a lo largo y ancho del territorio nacional, particularmente en: Caquetá, Putumayo, Guaviare, Meta, Casanare y Magdalena medio. El negocio de la cocaína se volvió de la noche a la mañana mucho más rentable para los traficantes, causando un gran impacto sociológico en nuestra propia cultura.

Los carteles del narcotráfico crecieron aceleradamente y de inmediato permearon al propio estamento oficial, creando un monstruo de tres cabezas, convirtiéndose este en el depredador más temible que ha causado la mayor pérdida de vidas humanas en la historia de Colombia: paramilitarismo, guerrilla y parapolítica.

Los gobiernos de turno han tratado de combatirlo, más por la presión y el apoyo de los Estados Unidos y, aunque han logrado significativos avances frente a la desarticulación de los grandes carteles; el micro tráfico se tomó las ciudades capitales e intermedias causando un verdadero caos social que se refleja en: delincuencia común, pobreza, violencia e indigencia. Colombia pasó de ser el gran exportador de clorhidrato de cocaína, a ser un alto consumidor.

Para la familia contemporánea, la salud, la vivienda, la academia, el empleo y la recreación son muy importantes; pero el gran reto de hoy, de cada padre y cada madre, es impedir que su hijo o hija caiga en el infierno de la drogadicción.

¿Qué hacer ante el constante asedio que surge en el entorno de las aulas escolares? ¿Qué hacer ante el descarado consumo y tráfico en pasillos de universidades estatales y privadas? ¿En dónde están los programas de prevención?

Por: Miguel Rodríguez Hortúa – miguel.rh12@hotmail.com

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