Maza Márquez ante la JEP

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El 2021 será un año lacónico y terrible.  Y como todo lo espartano, será un año de poco color. En los primeros días de enero se vieron las noticias más importantes de este 2021.

La posesión de Biden y su esfuerzo por borrar a Trump de la vida política de Estados Unidos (el hecho político del año; es resto será insustancial), el inicio de vacunaciones en el mundo para defender la humanidad del COVID-19 y la salida oficial, desde el 1 de enero de 2021, del Reino Unido de la Unión  Europea, lo que traerá efectos económicos aun no cuantificados e insospechados en Europa, Estados Unidos y el resto del mundo.

De modo que para fortuna de los colombianos nuestras noticias vienen de la JEP;  no solo porque se imputó justamente a los miembros del secretariado de las FARC, del secuestro de más de veinte mil colombianos, práctica en la cual se ensañaron particularmente con los huilenses.

Esperemos que los imputados digan la verdad sobre tan atroz práctica, pues el país y las victimas lo necesitan, y hasta que ello no ocurra es prudente no opinar sobre dicha decisión.

Casi tan trascendental como lo es la decisión de imputar al secretariado de las FARC por secuestro, constituyen los avances de la JEP en el proceso del genocidio de la UP.  Y dentro de esa investigación es trascendental la citación hecha a Miguel Maza Márquez, Rito Alejo del Rio y Jorge Eliécer Plazas Acevedo.

El “General” Maza Márquez, el todo poderoso director del DAS en el gobierno de tres Presidentes de la República que fue víctima de atentados con carros bomba en el que murieron decenas de civiles inocentes, es la quinta esencia del héroe de pies de barro.  Un hombre que con sus actos terminó traicionando al país que como policía juro defender.

Este samario, sociólogo de profesión, quien a la fecha tiene más de 80 años de edad fue condenado mediante sentencia del 23 de noviembre de 2016 dictada por la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia como coautor del homicidio de Luis Carlos Galán Sarmiento, Julio Cesar Peñalosa y Santiago Cuervo Jiménez, estos dos últimos, víctimas en el atentado que le costó la vida a Galán.

Esta providencia, que más que una sentencia judicial, es un documento histórico, prueba como Galán fue asesinado por un contubernio en el que participó el DAS e indudablemente miembros del B2 del Ejército, siendo una pieza fundamental del complot Maza Márquez quien dolosamente debilitó el esquema de seguridad del hombre más amenazado de Colombia en 1989, al parecer, con el objetivo de mantener una alianza con una de las peores manifestaciones de violencia que ha engendrado este país: la fantasía de la “lucha antisubversiva” de la extrema derecha.

Y digo fantasía, porque digámonos la verdad; las investigaciones judiciales e independientes sobre el conflicto nos están demostrando que de combates y confrontación militar entre guerrilleros y paras, muy poco, por no decir, casi nada. Solo masacres de no combatientes, motosierra, hornos crematorios en el monte y desplazamiento forzado. Un lujo de guerreros los paras.

Lo que es evidente, es que para el entonces director del DAS era más importante apoyar esa supuesta lucha, que proteger la vida del hombre que muy seguramente iba a ser el Presidente de Colombia en el periodo 1990 a 1994.

Así, nos ha enseñado la literatura y la historia, razonan y actúan los más peligrosos espías; no los glamorosos espías ingleses de libros y películas.  No.

Los reales, aquellos del tipo que se sabe están enquistados en todos los servicios de inteligencia del mundo que no actúan en favor del pueblo que juran defender y servir, sino de intereses que siempre son oscuros y siniestros, hombres para los cuales las instituciones y el respeto por la vida no son nada.

Y lo terrible, es que esa sentencia, y otras providencias judiciales, nos demuestran que ese lineamiento, ese modo terrible y criminal de actuar frente al conflicto se inoculó en varios oficiales de las fuerzas militares colombianas, que le hicieron un daño de proporciones insospechadas al país, y a las fuerzas a las que pertenecen.

Por eso, creo que Salvatore Mancuso dice la verdad, cuando esta semana en una declaración en una audiencia judicial ante un Tribunal Judicial en Barranquilla, dijo sin dudas en su tono al hablar que “las autodefensas fueron una política de Estado, no fueron manzanas podridas”

Yo recuerdo que cuando era adolecente y miraba los noticieros por allá entre 1987 y 1990 se hablaba en todos los medios de comunicación de la “mano negra”, de “las fuerzas oscuras”, de “la mano del terror”, muchas denominaciones para el mismo fenómeno;  la certeza de que las muertes de ciertas personas, líderes políticos, miembros de la UP, no se entendía como podían ser ordenadas por los actores violentos más relevantes del país en esa época, entiéndase el Cartel de Medellín.

Y es que muchos de esos muertos (excepción de Galán y por eso lo mataron) estaban en contra de la extradición, que era el caballito de batalla de Escobar.

Y a pesar de todas las evidencias, testimonios y pruebas judiciales, aun hoy, muchos colombianos no entienden que en esa supuesta “lucha antisubversiva” no se estaban protegiendo los intereses de todos los colombianos, sino de unos pocos, que estoy seguro ni siquiera eran los intereses de las elites económicas, sino los intereses de personas al margen de la ley, de narcotraficantes y de políticos de poca monta.

Porque resulta poco creíble que Maza Márquez no entendiera que la muerte de Galán, de cuyo atentado se enteró antes de ser consumado según se probó en el proceso penal que concluyó con su condena, no entendiera que con la muerte de Galán se beneficiaría al peor enemigo del país en ese momento.

Solo hay dos opciones, o Maza Márquez y esos oficiales de las fuerzas militares no veían como importante la lucha contra la mafia, o la mafia y algunos militares eran parte integral de esa “mano negra”, de esa “fuerza oscura”. Escoja usted, la versión que menos lo asuste.

No sobra recordar que en el 2020 la JEP rechazó la solicitud de Maza Márquez de acogerse a esa jurisdicción, noticia que pasó desapercibida por la catástrofe del coronavirus y que fue cubierta por unos pocos medios de comunicación.

Los que creemos que la única opción para esta sociedad es darle una oportunidad a la paz, rogamos porque esa decisión sea revisada por la JEP, y le permitan a  Maza Márquez acogerse a la justicia transicional, para que ojala cuente, con detalles y nombres, que tan comprometidos estuvieron los oficiales que comandaban las fuerzas militares en este desastre.

Es necesario que los militares y la inteligencia militar de Colombia nunca vuelvan a estar comprometidos en este tipo de crímenes y eso solo se logra esclareciendo la verdad de ese capítulo del conflicto.

No es exagerado decir que nuestra frágil democracia necesita de esa garantía.

Aunque nadie es dueño de la vida, tampoco es exagerado, ni desproporcionado decir que un hombre de más 80 años, tal vez muera pronto.  Por lo tanto, de nada nos sirve que este hombre, que le debe mucha verdad a Colombia, le cuente sus secretos a Dios o al Diablo;  que se sepa ellos no tienen línea directa con nadie en este mundo.

Por: Juan Pablo Murcia Delgado – murciajuanpablo@gmail.com
Twitter: @jpmurciadelgado

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