Es común ver estos días, previos a las festividades sampedrinas; unas de las más importantes del país, y sin lugar a duda, la de más renombre en nuestro departamento; cómo la oportunidad perfecta para «desgarrarnos» las vestiduras por la «Incultura» de la huilesidad, que no es algo que nos aqueje desde hace poco.
Que los reinados, que las cabalgatas, que los artistas foráneos, en fin; en junio todos nos sentimos más huilenses que nunca, así el resto del año lo olvidemos; pero poco hacemos por cambiar un escenario que, desde hace mucho tiempo, no ha sido el más propicio para forjar un arraigo cultural propio, ojalá igual al que en muchas otras regiones del país tienen, defienden y ostentan con gran orgullo.
Hablar hoy de que los reinados no representan nuestra cultura, cuando los hemos dejado permear de vicios sociales y mediáticos, dónde el folclor pasa a un segundo plano, es desgastarnos en algo que no se debe cambiar de forma, sino de fondo.
Estigmatizar las cabalgatas como una actividad no cultural, es desconocer nuestras raíces campesinas; claro sin desconocer, que hoy en día, se han vuelto un monumento a la opulencia y la vanidad, algo que se sale del objetivo de resaltar el oficio del caballista, en nuestro desarrollo rural.
Y ni que hablar de los artistas foráneos, que con sus vallenatos, salsas, y ahora con corridos, música popular, Reguetón y hasta Champeta, propias de otras regiones y culturas, han sido desde hace décadas los protagonistas de las rumbas regionales; y que ahora como por arte de magia, algunos melómanos tradicionalistas, pretendan que sean reemplazados por bambucos y rajaleñas, ritmos hermosos y autóctonos, pero que sería una utopía inverosímil, para un sector musical, rezagado por décadas al olvido y el abandono.
Vivamos nuestras fiestas, desde lo particular, esforzándonos por rescatar nuestras tradiciones. Pongámonos el traje típico, animemos las verbenas familiares con algunas rajaleñas, cabalguemos alegremente por nuestros campos y tomemos chicha y guarapo, como recomendó el ministro de Salud; pero dejemos de pensar que, con críticas destructivas a un mes de las fiestas, le hacemos algún bien a nuestro departamento.
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Por: Hugo Andrés Rivera Collazos
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