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La escucha activa y el lenguaje ajustado: herramientas fundamentales en la relación cirujano-paciente

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En la práctica quirúrgica, la destreza técnica y el conocimiento científico suelen ocupar el protagonismo.

Sin embargo, en mi experiencia como cirujano de cabeza y cuello, he aprendido que la verdadera excelencia en medicina no solo radica en nuestras manos, sino también en nuestra capacidad de escuchar y comunicarnos efectivamente con nuestros pacientes.

La relación médico-paciente es, ante todo, una relación humana. Cada consulta es un encuentro único entre un profesional de la salud y una persona que enfrenta temores, dudas y, muchas veces, sufrimiento. En este contexto, la escucha activa y el uso de un lenguaje ajustado a las necesidades del paciente son herramientas indispensables para crear una conexión significativa que trascienda lo técnico.

La escucha activa implica más que simplemente oír. Es un proceso consciente de atención plena en el que el cirujano no solo presta atención al contenido verbal, sino también a las emociones y al lenguaje no verbal del paciente. Esto requiere suspender juicios, evitar interrupciones y demostrar interés genuino a través de gestos, contacto visual y afirmaciones verbales como «entiendo» o «es importante lo que me estás diciendo».

Cuando escuchamos activamente, enviamos un mensaje poderoso: «Tú importas, tu experiencia es válida». Esto genera confianza, reduce la ansiedad del paciente y, en muchos casos, mejora la adherencia al tratamiento. Un paciente que se siente escuchado tiene más probabilidades de expresar preocupaciones o dudas que podrían ser críticas para su manejo clínico.

El lenguaje que utilizamos como cirujanos puede ser una barrera o un puente. Términos médicos complejos, aunque precisos, suelen alienar a los pacientes y pueden aumentar su incertidumbre. Es aquí donde entra en juego la capacidad de ajustar nuestro lenguaje para que sea comprensible y empático.

Por ejemplo, en lugar de explicar una patología con términos puramente técnicos, podríamos usar metáforas o ejemplos simples que resuenen con la experiencia del paciente. Si describimos un tumor como «una masa que afecta la función normal del tejido», en lugar de un término como «neoplasia maligna», logramos transmitir información sin generar miedo innecesario.

Ajustar el lenguaje también significa adaptarse al nivel educativo, cultural y emocional del paciente. No es lo mismo hablar con un adulto mayor que con un adolescente, o con alguien que ha tenido experiencias previas en el sistema de salud frente a un paciente que nunca ha enfrentado una cirugía.

La combinación de escucha activa y lenguaje ajustado no solo mejora la comunicación, sino que también refuerza la empatía, una cualidad esencial en nuestra práctica. La empatía nos permite ver al paciente como un ser humano completo, no solo como un caso clínico. Esto no solo enriquece nuestra relación con ellos, sino que también tiene un impacto positivo en nuestra propia satisfacción profesional.

Incorporar la escucha activa y el lenguaje ajustado en la comunicación cirujano-paciente no es una habilidad innata; es un hábito que se cultiva con intención y práctica. Estos elementos son el puente que conecta nuestra experiencia técnica con las necesidades humanas de nuestros pacientes.

En un campo donde las decisiones pueden ser de vida o muerte, nunca debemos subestimar el poder de escuchar y hablar con compasión. Después de todo, en cada consulta no solo tratamos enfermedades; tratamos personas.

Por: Adonis Tupac Ramírez Cuéllar – adonistupac@gmail.com
X: @saludempatica

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