Así no lo acepten algunos expertos de opinión del país, la sociedad colombiana se encuentra secuestrada por un tsunami de delincuentes que tienen aterrorizados a las familias en algunos territorios del país.
Por un lado, la inseguridad ciudadana la tiene acorralada porque no pueden salir tranquilamente a las calles de las ciudades, ni salir a disfrutar de un establecimiento público, sin que existan las condiciones propicias de disfrutar con sus allegados y amistades, sin correr el riesgo de ser atracados.
Por otro lado, las autoridades se encuentran impotentes para controlar a esta delincuencia que, gracias a la laxitud de las normas penales y la alta impunidad del sector de la justicia, la fuerza pública a pesar de su loable labor se siente desilusionada porque los transgresores a la normatividad penal siguen disfrutando de la libertad, porque los jueces los premian enviándolos a sus lugares de residencia, desde donde continúan delinquiendo.
Durante las festividades sampedrinas, los huilenses vivimos el peor viacrucis de inseguridad. Ya resulta endémica la percepción de inseguridad que tuvimos. No hubo estrategia, anuncio, indicador o resultado que nos cambiara el imaginario de una ciudad en la que el robo, el atraco, el homicidio se convirtiera en el pan de cada día del periodo de las fiestas.
Es la cruda realidad. Durante el desarrollo de las festividades sampedrinas, la inseguridad ciudadana se disparó como nunca se había presentado durante el desarrollo de los desfiles y demás actos culturales que tenía previsto la programación de las fiestas.
Asistir a dichos eventos, se convirtió en una odisea y en un temor generalizado por este flagelo que desbordó la capacidad de respuesta de la fuerza pública.
Impresionante fue el robo de celulares, bolsos, carteras y otras pertenencias, a plena luz del día, bandas completas hacían gavilla alrededor de sus víctimas, so pena de ser lesionados con armas blancas y algunas veces con armas de fuego. Igual situación se presentó en los barrios de la ciudad.
A riesgo de volverse reiterativo, hay que insistir en que a la estrategia que vienen implementando la Alcaldía y, en particular, la Fuerza Pública, hay que meterle inteligencia para desarticular las empresas criminales.
La opinión pública ha sido reiterativa en todos los escenarios, que existe un factor detonante que está alterando la armonía y la tranquilidad de los hogares en el país. Es la creciente inseguridad ciudadana que está afectando crudamente el bienestar de la sociedad colombiana.
Actualmente, en nuestro territorio, se ha venido incrementando este flagelo, generando un proceso progresivo en el deterioro de su bienestar general. Las familias están hastiadas del resurgimiento de algunas bandas delincuenciales que están azotando las ciudades y campos. La percepción ciudadana que se tiene es el recrudecimiento de la intranquilidad en las zonas urbanas y rurales de los municipios.
La inseguridad ciudadana se ha convertido en un verdadero viacrucis para las familias colombianas. Cuando circulamos por las vías sentimos temor de ser atracados por bandas delincuenciales que transitan libremente por la ciudad. La población se encuentra desesperada, a pesar de los esfuerzos de las autoridades para contrarrestar este fenómeno desestabilizador.