Hay algo en común entre Gustavo Bolívar, su mentor político Gustavo Petro y el primer ministro británico Boris Johnson. Ellos, son populistas.
Y es que en la política del Siglo XXI no importa si usted es de extrema izquierda o de extrema derecha. A lo largo y ancho de este pequeño mundo, sí usted es populista, necesita acudir a la estrategia del gato muerto para hacer política.
Y esa estrategia no es un invento del Siglo XXI; es tan vieja como la civilización. Es más, es una de las máximas de la política que Maquiavelo infiere en el “Príncipe”. Consiste en que si usted gobierna o pretende gobernar es necesario que usted distraiga, que usted mienta, sobre la verdadera causa de los problemas. Los romanos, genios de la política, resumieron esa máxima en tres palabras: “panem et circenses” (pan y circo).
A esa máxima de la política se le conoce en nuestro olvidadizo siglo XXI como “la estrategia del gato muerto”.
La frase se acuño porque Boris Johnson siguiendo los consejos de un oscuro asesor político australiano de nombre Lynton Crosby, confesó con desparpajo y cinismo, que sus campañas políticas eran exitosas porque cuando él estaba perdiendo una disputa o una discusión “tiraba en la mesa un gato muerto”. De modo que la gente ya no discutía sobre el problema, sino sobre el gato muerto en medio de la mesa.
Eso fue lo que hizo Gustavo Bolívar esta semana cuando en un mensaje en redes sociales señaló: “Los que votaron en blanco en 2018 sabían que estaban avalando el regreso de la motosierra. Los que no voten contra el que diga Uribe en 2022 deben saber que están avalando que el genocidio de nuestra juventud se vuelva permanente”.
Y ese trino pretende disimular un problema gigantesco para Gustavo Petro, y es haberse casado con el paro y consecuencialmente con los bloqueos en medio de una pandemia, pero sobre todo de una crisis económica, que produjo la radicalización de parte de la sociedad colombiana frente a protesta y una debacle económica aún sin cuantificar.
Y esas dos consecuencias son problemas tan gigantescos, y sus efectos pueden ser tan devastadores para la política y la economía colombiana, que el retiro de la reforma tributaria y de la reforma a la salud, pueden terminar siendo para los promotores del paro, una victoria pírrica.
Ojala la desmedida represión a los jóvenes que protestaron y los muertos en las protestas, no terminen eclipsados por esos dos monstruos que engendró el paro y los bloqueos.
Hoy, del retiro de esas reformas, de Carrasquilla, de la torpeza de Duque, nadie se acuerda; por el contrario, los problemas que dejó el paro, están allí, presentes, y lo peor, son lacerantes.
Para no hablar de conato de guerra civil en Cali y otros puntos de nuestra geografía, un ejemplo para ilustrar: los productores avícolas, explican con razón que el incremento en el precio del pollo, que es la proteína que más consumen los colombianos, depende del maíz y otros insumos que entran al país por el puerto de Buenaventura, los cuales no se producen en suelo patrio.
Al haber bloqueos, sube el precio de la comida de los pollos, y por tanto, el único efecto posible de la carencia de comida para los animalitos es que suba precio del pollo y los huevos en todas las carnicerías y tiendas del país. Guardadas las proporciones lo mismo sucedió con la papa, la leche, el arroz y las verduras y muchos productos de la canasta familiar.
Todos esos productores de comida tuvieron millonarias pérdidas que hoy están pagando los colombianos más pobres en el incremento de muchos comestibles y bienes de primera necesidad. Basta que se compare el precio del mercado para una familia pobre antes del paro, al precio que tiene que pagar por el mismo mercado hoy.
Así, que los promotores del paro en medio de una situación económica precaria producida por la pandemia, no midieron las consecuencias de incendiar el país, y creyeron infantilmente que en ese incendio ellos no iban a quemarse.
Creyeron, con ingenua soberbia, que pasaría en Colombia en 2021 lo que sucedió en Chile en 2019; pero olvidaron que cuando estalló la protesta social en Chile no había pandemia, pero sobre todo no había la profunda crisis económica que padece hoy Latinoamérica y particularmente Colombia; Por el contrario, cuando estalló esa protesta, Chile estaba en un excelente momento económico.
Como la historia de la humanidad, depende más de las necesidades de las personas que del querer político de los gobernantes, me atrevo a decir, que sí el estallido de Chile se hubiese presentado en el 2021 la centro izquierda chilena no hubiese logrado los votos necesarios para aprobar la constituyente.
Esos votos los capitalizó porque en Chile en el 2019 hubo vandalismo, pero a la gente del común, a la clase media chilena, ese vandalismo no la afectó sustancialmente desde el punto de vista económico.
En Colombia en el 2021, pasó todo lo contrario.
Los promotores del paro, Gustavo Petro y la extrema izquierda que pretende el poder, creyeron que los colombianos del común le cobrarían al gobierno la debacle económica que han significado el paro y particularmente los bloqueos.
Era evidente, que el grueso de la población, que está de acuerdo con la necesidad de reformas, no estaría de acuerdo con los bloqueos y el vandalismo, y es que contrario a lo que piensa Gustavo Petro y la extrema izquierda, los colombianos tienen una firme conciencia y entendimiento sobre la realidad económica.
Pedro Pérez puede apoyar la protesta y entender que las reformas se necesitan. Pero otra cosa muy diferente es que a Pedro Pérez por cuenta de esa protesta y los bloqueos se le incremente el valor del mercado.
Y son tan miopes y torpes, que no se dieron cuenta que lo más probable es que esa factura se cobraría en la campaña electoral del 2022; así que consientes que han perdido muchos votos, y que por ejemplo, los dueños de esos miles de pequeños negocios cerrados y quebrados en todas las ciudades del país entre abril y mayo de 2021, terminarán responsabilizando a Petro de la tragedia, salen a conquistar electores en los cuales el discurso demagogo del líder no cala.
Así que pretenden conquistar a los que nunca hemos estado ni con el Centro Democrático, ni con el petrismo, insultándonos. Si así son en campaña, no me quiero imaginar el desastre que serán gobernando.
Los que votamos en blanco sabemos, como lo saben hoy miles de colombianos, que la opción del voto en blanco en las elecciones de 2018 en la segunda vuelta era más que válida y legítima; estoy seguro, que realidad de este país hubiese sido otra con cualquier otro candidato a la presidencia que no hubiese sido ni Petro, ni Duque.
A no dudar que Sergio Fajardo, Germán Vargas o Humberto de la Calle, superarían como presidentes, a los dos finalistas de la campaña del 2018.
Así que en el mismo escenario en el 2022, de volver a dos candidatos uno de extrema derecha y uno de extrema izquierda a estar en segunda vuelta en las elecciones volvería a votar en blanco; porque la extrema derecha no merece seguir gobernando este país, y la extrema izquierda, por su forma de hacer política y sus propuestas insulsas, populistas y vacías, tampoco merece gobernarlo.
Y que conste que para escribir esta columna y a la hora de votar, no tengo una motosierra en la mano.
Pdta.: Como en este país la extrema derecha y la extrema izquierda se parecen más de lo que ellos quieren reconocer, Iván Duque, también tiró un gato muerto sobre la mesa.
Eso de señalar que la crisis del pico de la pandemia es culpa de las movilizaciones, no es cierto y es irresponsable que un presidente sin ninguna base científica haga semejante afirmación.
De hecho hay un estudio de tres epidemiólogos colombianos (uno de ellos de la Fundación Santafé, institución para nada petrista) a punto de ser publicado que demuestra lo contrario.
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Por: Juan Pablo Murcia Perdomo