El Paro en la Ruta 45: cuando el abandono se topa con la dignidad campesina

1090 views
4 mins read

Este año, el Huila ha sido escenario de múltiples protestas campesinas e indígenas que, una y otra vez, han recurrido al mismo punto neurálgico: la Ruta 45, entre Gigante y Neiva.

No son hechos aislados, sino parte de un reclamo colectivo: las comunidades rurales están cansadas de esperar. Las movilizaciones pacíficas en el sector del nuevo peaje en Hobo, lideradas por organizaciones como la Federación Baluarte Campesino, son el reflejo de la ausencia del Estado, una crisis estructural ignorada sistemáticamente.

Quienes protestan no lo hacen por capricho: son campesinos, pescadores, indígenas, muchos de ellos desplazados por proyectos como El Quimbo, que reclaman derechos básicos. Acceso a la tierra, cumplimiento de acuerdos, participación real en las decisiones que afectan sus territorios. Sin agua potable, sin infraestructura, sin garantías, sin colegios para sus hijos, el paro es su forma de ser visibles.

Claro, los bloqueos afectan. Conductores y viajeros sienten el impacto. Pero eso no puede convertirse en excusa para invalidar la protesta ni para invisibilizar, lo más grave: la exclusión estructural del campo huilense. El verdadero daño no es el trancón de unas horas, sino el olvido de décadas.

Adicionalmente, es alarmante que algunos medios de comunicación insistan en cubrir estos hechos con una narrativa sesgada, sin investigar lo suficiente, ni mostrar las voces diversas de quienes se movilizan. Mientras el foco se pone en el «bloqueo vial», poco o nada se dice de las causas, el contexto: el abandono estatal, la falta de inversión, el racismo estructural y la persecución de líderes sociales.

Los manifestantes, lejos de buscar violencia, han mantenido la movilización de forma pacífica, con pasos intermitentes, promoviendo el diálogo y proponiendo soluciones. Han aceptado espacios de concertación como el Puesto de Mando Unificado (PMU), impulsado por la Gobernación del Huila, que ha mostrado voluntad de escucha. Pero el Estado nacional sigue en deuda.

Bloquear una vía no es un fin, es un último recurso. Es lo que queda cuando todas las puertas están cerradas, cuando la institucionalidad no llega, cuando los acuerdos firmados no se cumplen. Es la forma en que el campesinado y los pueblos originarios dicen: «Aquí estamos. Escúchenos.

Hoy más que nunca, Colombia debe entender que la protesta no es una amenaza, sino un derecho legítimo. Y que la paz no se construye con peajes ni con represión, sino con justicia social, inclusión real y reparación socioeconómica.

La Ruta 45 no está bloqueada por capricho de minorías, está tomada por la dignidad campesina. Que el diálogo junto a los acuerdos sean el puente para construir las bases: solo así cesarán los bloqueos creando confianza entre el campo y el Estado.

Por: Bladimir Sánchez Espitia
E-Mail: xbladimir@gmail.com 

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Ir al contenido