A Tokio se le asignaron los Juegos Olímpicos de 1964 tras el fallido intento de 1940 por doble motivo, primero, por su lío con China y por la Segunda Guerra Mundial. Si Roma había dejado las justas en gran nivel organizativo, la capital japonesa se decidió a superarla, pues era el momento oportuno de cambiar por completo la imagen belicosa que había dejado después de concluir el conflicto universal. Por eso, construyó instalaciones colosales, que -a partir de entonces- serían referentes en las justas que vendrían, además de adelantar una transformación urbanística radical.
En cuanto a lo técnico, Tokio aportó como gran novedad la ampliación de la pista de seis a ocho carriles. Otra significativa contribución fue el ingreso de la electrónica con una máquina que de forma casi instantánea daba los tiempos de los competidores, con centésimas de segundo incluidas, al mismo tiempo que ordenaba su clasificación, lo que con posterioridad sería el cronometraje eléctrico oficial. Pero ahí no terminó el modernismo: también fueron los primeros Juegos televisados en color con transmisión en directo, vía satélite a Norteamérica y a Europa. El epílogo brillante sin haber empezado los torneos, fue el ingreso el 10 de octubre de 1964 al Estadio Nacional de Tokio del atleta Yoshinari Sakai, haciendo el último relevo, para encender el pebetero. Había nacido el día que explotó la bomba atómica en Japón, por eso se le conocía como “el bebé de Hiroshima”.
Frente a la edición anterior, el número de países incrementó -93- pero no ocurrió lo mismo con la cifra de atletas: 5.151, de los cuales 4.473 eran hombres y 678 mujeres. Colombia completaba su tercera presencia consecutiva desde Melbourne 1956, pero nada era distinto a lo que se había vivido en las dos excursiones previas porque solamente se pudo participar gracias a una colecta pública, famosa por haberse realizado frente a las instalaciones de la cadena radial Caracol en Bogotá (Avenida 19, Carrera 8) en la que orquestas, cantantes y animadores, celebraron un maratón artístico para recaudar fondos, que nuevamente fueron insuficientes. Por eso, los pasajes aéreos de los 14 integrantes de la delegación nacional que iba a representar al país tuvo que ser pagada a crédito, porque los auxilios oficiales no se habían hecho ni efectivos, ni a tiempo.
En medio de tanta eventualidad, el viernes 2, los atletas fueron agasajados por la Embajada de Japón en el país antes de su desplazamiento, mientras que tres días después, sobre las seis de la tarde, dos coros femeninos de colegios de secundaria capitalinos, junto a unas 1.500 personas, despedían en el aeropuerto internacional El Dorado a la siguiente nómina criolla:
Misión: Mario García y García, presidente del Comité Olímpico Colombiano;
Humberto Chica Pinzón, presidente de la delegación y delegado de atletismo; Julio Gerlein Comelín, Miembro COI; Efraín Borrero, delegado Adefútbol al Congreso de la FIFA; Alfonso Senior y León Londoño Tamayo, delegados Fedefutbol a la FIFA
Jorge Uribe Montoya, delegado al Congreso Mundial de Medicina; Yezid Trebert Orozco, médico; Guillermo González, tesorero; Boris Rodríguez, secretario.
Atletismo: José Gregorio Neira, Álvaro Mejía, Hernando Gutiérrez y Pedro Grajales.
Ciclismo: Carlos Peñaranda, delegado; Ricardo ‘Pinta’ Zea, entrenador. Ciclistas: Mario ‘Papaya’ Vanegas, Fernando Bustos, Rubén Darío Gómez, Pablo Hernández, Pedro J. Sánchez, Javier Suárez, Mario Escobar y Martín Emilio Cochise Rodríguez.
Esgrima: Emilio Echeverri, delegado. Atletas: Humberto Posada, Ernesto Sastre, Ignacio Posada y Didier Tamayo.
Natación: Javier Gómez, delegado y entrenador. Atletas: Julio Arango y Daniel Henao.
Tiro: Juan Millón, delegado. Atleta: Álvaro Clopatofsky.
Periodistas: Humberto Jaimes Cañarete, El Tiempo; Mike Forero Nogués, El Espectador; Julio Nieto Bernal, Caracol; Joaquín Marino López, Todelar; Marino García, Prensa, Todelar y Julio Arrastía, RCN

Mario Papaya Vanegas, luego de tres victorias llegó a los octavos de la velocidad, en Tokio. En la gráfica, con su paisano debutante en esos Juegos, Cochise Rodríguez.
Las esperanzas estaban cifradas en el grupo ciclístico, en especial en el pistero Papaya Vanegas y en el rutero Rubén Darío Gómez, quienes ajustaban su segunda presencia olímpica, mientras que Cochise Rodríguez encarnaba la figura más promisoria del pedal. Llegaba como rey centroamericano en Kingston de los 4.000 metros persecución individual y cuatro meses atrás se había convertido en bicampeón de la Vuelta a Colombia, apenas con 22 años.
La lluvia hizo estragos en la mayoría de las delegaciones. En el caso de los muchachos de la contra reloj por equipos, Pablo Hernández arrancó resfriado y en medio de la lluvia terminó de enfermarse, en tanto que Pedro Sánchez pinchó en la tercera vuelta y para Javier Suárez no era propiamente su especialidad. A su vez, en la modalidad individual, Fernando Bustos quedó decimonoveno.
Entre tanto, el estreno de Cochise en los Olímpicos pasó inadvertido, al registrar 5:17:71 en los 4.000 metros, que lo llevó a concluir decimocuarto, resultado que se atribuyó a la mala partida en su serie (la cuarta) frente al anfitrión Hiromi Yamafuji. Le quedaba la prueba de ruta (194,832 kilómetros) junto a Rubén Darío Gómez, Pablo Hernández y Mario Escobar, quien a última hora sustituyó -sin mayor explicación- a Javier Suárez. Había que dar ocho vueltas a un circuito que casi siempre tuvo a Cochise y a Gómez en el lote principal, incluso, éste último alcanzó a liderarlo. En el último giro, empezó a llover, de lo cual sacó gran ventaja quien saldría campeón, el italiano Mario Zanin. Cochise finalizó 46; Hernández, 78, y Mario Escobar, 69.
Quedaba, Vanegas, quien era uno de los 44 competidores en la velocidad pura. El primer tiempo fue 11.1, suficiente para vencer al australiano Lewis Gordon. Luego tuvo como oponente al polaco Abyss Law Zajac, al que superó, tras cronometrar 12:07. Victorias que le dieron su cupo a los octavos de final, ronda en la que rivalizó con el francés Pierre Trentin, quien acaba de obtener el bronce en la prueba contra el kilómetro por equipos. Dejó pasmados a los especialistas al vencerlo tras repetir el 12:07, séptimo tiempo de los ocho que seguían en carrera. Por reglamento, le correspondió enfrentar al tercero, el italiano Sergio Bianchetto, bicampeón olímpico 60-64 del tándem, el cual al marcar 11:83 dejó sin chance al colombiano, quien oficialmente quedó en la quinta posición, la mejor hasta la actualidad de un escarabajo -en el ciclismo de pista- en unas Justas de Verano.

Julio Arango, nadador vallecaucano, quien tenía 14 años y logró superar en Tokio, la marca suramericana de los 1.500 metros libres.
La natación tuvo por primera vez exponentes en dos modalidades. Diego Henao lo hizo en los saltos ornamentales sin la menor trascendencia, y Julio Arango intervino en el estilo tradicional de carreras, inicialmente en los 400 metros libres, sin figuración. Sin embargo, este niñito estaba por mostrar lo mejor en los 1.500 metros libres, quien su sola actuación se convirtió en histórica para Colombia, pues tenía 14 años. No pasó a la segunda ronda porque ocupó el decimoquinto lugar con tiempo de 17:59.1, que en ese momento se convirtió en nuevo registro suramericano al dejar para el recuerdo el distante 18:09:3 de Ricardo Morelos, establecido en el Campeonato Suramericano de Ecuador, en el año previo a los Olímpicos, en el que Arango fue segundo. Ahora el argentino hacía en Tokio un mediocre 18:46.5.

El atleta vallecaucano Pedro Grajales, quien pasó a la segunda ronda de los 200 metros y de los 400 metros, en Tokio 1964.
El atletismo colmó las expectativas con el vallecaucano Pedro Grajales, con doble presencia. En la apertura lo hizo en los 200 metros planos y en la primera tanda (sexta serie) hizo 21.4, para avanzar a los cuartos de final, fase en la que desmejoró su tiempo (21.7), por lo que quedó al margen. A continuación tomó parte en los 400 metros llanos. En la quinta serie hizo 47.2, que le sirvió para clasificar a los cuartos de final, etapa en la que no pudo refrendar su papel previo al registrar 47,8. Hasta ahí llegó. Caso contrario al de la otra promesa, el atleta Álvaro Mejía, quien jamás se habituó al clima oriental, y la muestra fue su último puesto en los 5.000 metros planos tras el discreto 14.41.4, lejísimos del 13.53.1 que había hecho recientemente en España.
De los demás, el único que pasó de ronda preliminar fue el esgrimista Ignacio Posada en el torneo de sable. En combate de desempate eliminó al argentino Aldalur González. Hasta ahí le llegó el impulso, mientras que Emilio Echeverri había manifestado que Roma 1960 sería sus últimas justas, pero volvió a competir en Tokio 1964, certamen al que había ido como dirigente. Tampoco se destacó. Ningún otro atleta nacional sobresalió, inclusive, algunos como Álvaro Clopatofsky finalizaron sin unidades después de no hacer el mínimo puntaje que permitiera escalafonarlo en el tiro.
Estados Unidos ganó los Juegos, por delante de la Unión Soviética, en tanto que Japón, logró un histórico tercer lugar.