Acabar con un conflicto armado interno de más de 50 años no es una tarea fácil, dado el gran dolor que ha causado a nuestra población colombiana, y por los grandes intereses económicos y políticos que genera todo su accionar, que termino volviéndose en un gran negocio para un sector empresarial y el caballito de batalla para la politiquería barata que se aprovecha de la pobreza y la ignorancia de una sociedad presa del miedo.
Hoy cuando ya se percibe en el campo y la ciudad ese ambiente de paz, el pueblo colombiano que en su mayoría se mostraba escéptico, la credibilidad y confianza de lo que en el ayer pareciera un imposible, con la firma de los acuerdos de paz en la Habana, los actos donde la insurgencia reconoce sus graves errores y pide perdón a las víctimas, el cese al fuego bilateral, la entrega de los menores de edad por parte de las farc a la Cruz Roja, el desplazamiento de la fuerza insurgente hacia los 23 sitios de concentración, dejando en completa tranquilidad a 219 municipios de los 242 en que hacían presencia militar, se puede afirmar sin lugar a equívocos que la guerra entre el estado colombiano y las Farc, es historia.
Estamos siendo convocados a escribir esa nueva página de la nueva Colombia donde el miedo se convierte en tranquilidad, donde la desesperanza se vuelve optimismo y donde el dolor y el resentimiento empieza a desaparecer ante los actos de perdón entre victimarios y víctimas.
Sobra leer las 297 páginas de los acuerdos entre guerrilla y gobierno, es el clima de tranquilidad que la misma gente percibe por todas partes, los diferentes actos de paz entre gobierno e insurgencia, más los testimonios de altos funcionarios del gobierno que durante 4 años con gran fuerza de voluntad, inteligencia, comprensión y audacia, lograron poner el barco de la paz en puerto fijo. A todos sus partícipes, este pueblo de Colombia les debe además del agradecimiento, el reconocimiento por su invaluable labor.
Estamos en el fin de una guerra fratricida y en el comienzo de la construcción de la paz. Todos y todas sin distingos políticos, religiosos, de estrato social, sexual o de raza, estamos llamados a seguir construyendo el escenario del presente y futuro, donde el dialogo inteligente y el respeto por las costumbres e ideas de los demás… se respeten.
–
Por: Miguel Rodríguez Hortúa – miguel.rh12@hotmail.com