Del presentimiento a la evidencia: neuro… TODO

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Apenas suena la alarma, el día empieza a negociar con nuestro cerebro. El café enciende un circuito que diariamente asocia aroma con energía; el mapa del celular propone otra ruta y aceptamos sin problema; en el aula, una pausa a tiempo mejora el recuerdo; en la clínica, tandas breves favorecen la rehabilitación; en la oficina, una historia simple reemplaza la lámina barroca y la respuesta llega.

No importa dónde estés ni con cuál te sentís identificada/o: no es casualidad. En esos gestos cotidianos, la NEUROciencia está ahí, silenciosa pero activa, afinando cómo vivimos, aprendemos y decidimos.

“NEURO” viene del griego neûron: nervio / sistema nervioso. Ese prefijo abre familias enteras que escuchamos a diario y cada vez más: NEUROciencia para estudiar el sistema nervioso, NEUROna para la célula que lo compone, NEUROlogía para la disciplina que lo aborda, NEUROtransmisor para las sustancias que llevan el impulso. No es una invención puntual, sino un campo que ha ido cruzando medicina, psicología, biología y tecnología hasta ofrecer el mapa más sólido de la relación entre cerebro, mente y conducta.

Aclaración: no es una moda reciente. A comienzos del siglo XX, desde España, Santiago Ramón y Cajal demostró que las NEUROnas son células individuales y no una masa continua. Esa doctrina NEUROnal, premiada con el Nobel en 1906 (¡hace 119 años!), cambió el juego. Si hoy hablamos de plasticidad, memoria, atención o emoción con cierta solvencia, es porque alguien dibujó, hace más de un siglo, la anatomía de lo posible.

La relevancia de la NEUROciencia se entiende por lo que habilita: medir y visualizar lo que antes intuíamos; convertir hipótesis en evidencia. Y, aun con lo avanzado, mantiene la humildad de recordar que lo que ignoramos sigue siendo enorme más alla de la polémica de qué porcentaje conocemos o no acerca del funcionamiento de nuestro órgano principal: quizá el descubrimiento más lúcido sea aceptar cuánto falta por comprender acerca del funcionamiento de nuestro cerebro; a pesar de todo lo aprendido, queda mucho por descubrir.

Soy un apasionado de la NEUROcomunicación y todo lo que nos ha venido aportando últimamente (este es mi territorio): puso método donde antes solo había estilos. Nos creían uns locos creativos que ahora a las ideas le agregamos ciencia. No decoramos mensajes: los diseñamos estratégicamente para un cerebro que premia la coherencia y castiga la ambigüedad innecesaria. Hoy sabemos mejor cómo repercuten los mensajes en nuestro sistema nervioso y elegimos cómo transmitirlos gracias a esa información que, lejos de ser moda, es un cambio de época.

En salud, ese giro es tangible. Mejora la comprensión y el tratamiento de trastornos mentales y NEUROlógicos, permite desarrollar terapias más eficaces y personalizadas para condiciones como la depresión y la ansiedad, y habilita dispositivos que restauran funciones perdidas. Un milagro inesperado y bien explicado.

En el mercado, el NEUROmarketing ordenó la conversación. Distinguir interés de fatiga, promesa de ruido, y eso ahorra dinero, tiempo y egos. Y en educación, quizá el cambio más silencioso, la recuperación activa, el espaciado y el sueño como aliado están rediseñando prácticas: aprender menos tiempo y mejor no es magia ni app, es fisiología aplicada.

La investigación detrás de todo esto nos recuerda una incomodidad útil: el cerebro con el que llegamos al siglo XXI no fue diseñado para esta avalancha de señales y urgencias. Ese sesgo de supervivencia empuja ansiedad, insomnio y alerta permanente. La buena noticia es que la plasticidad existe: entrenar atención, descanso y hábitos no es autoayuda, es ingeniería biológica. Cambiar “soy así” por “puedo entrenarlo” es el primer paso para dejar atrás lo que te cuesta, sin pretextos.

Mi posición es clara. La NEUROciencia no mató la intuición; la hizo responsable. Le da al humanismo un método y a la tecnología una brújula. En ese equilibrio entre corazón y dato está el verdadero salto hacia adelante. Si la ciencia nos dio el mapa y la IA la linterna, que la NEUROcomunicación estratégica es el camino para transitarlo.

Hoy mismo, probá algo simple: antes de hablar, respirá; decí una sola idea clara; hacé una pausa; esa noche, dormí mejor. Mañana, repetí. No es un truco: es pasar de “soy así” a “lo estoy entrenando”. Cuando la vida se ordena en pequeños actos, la intuición se vuelve evidencia y el día, por fin, coopera. NEUROciencia casera aplicada.

Por: Caly Monteverdi
Conferencista internacional

Comunicador argentino, asesor estratégico y creativo
X – Twitter: @Calytoxxx

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