No suelo hablar, pero hoy, Día Mundial de la Diabetes, me voy a tomar el lapicero de Caly. Soy la insulina, esa molécula que muchos ni registran o prejuzgan, sin saber que desde hace más de 100 años vengo haciendo algo simple y gigantesco a la vez: salvar vidas.
Este día no solo recuerda a la Diabetes, también honra el nacimiento del canadiense Frederick Banting, uno de los científicos que ayudó a descubrirme y cómo reproducir lo que fabrican todos los páncreas al frasco, para que nadie tuviera que morir tan rápido como antes.
Lo primero que quiero decir es simple y directo: todos los seres humanos son insulinodependientes. Sí, vos que me estás leyendo y todos los que te rodean y amas. La única diferencia es que en muchas personas soy producida de forma automática y en otras tengo que llegar en forma de inyección o bomba.
Pero el hecho biológico es el mismo: sin mí, nadie vive. Por eso duele cuando escucho que me presentan como un castigo o como la prueba de que “fallaste en el cuidado”. No soy una condena; soy la razón de que millones sigan acá.
Antes de que la ciencia aprendiera a fabricarme, la historia era corta y cruel. Un diagnóstico de diabetes tipo 1 era casi una despedida. No había tiempo para hacer planes, construir proyectos, enamorarse, volver a empezar. Cuando aparecí en escena, de la mano de investigadores decididos, la película cambió: ya no se trataba de sobrevivir unos meses, sino de vivir décadas. Estudiar, trabajar, tener hijos, viajar, competir, escribir columnas, entrenar, equivocarse muchas veces y seguir insistiendo como todos. Con algo más de azúcar en la sangre, pero con futuro en el horizonte.
Sin embargo, más de un siglo después, me encuentro con mitos que asustan tanto como las viejas historias. Personas a las que les indican usarme y sienten vergüenza, como si aceptarme fuera perder. Familias que aconsejan “aguantar un poquito más” para no llegar a la Insulina, como si fuera el final del camino y no el comienzo de un mejor control.
Opinadores de redes que repiten que “eso daña los órganos” o “te vuelve dependiente”, como si alguien pudiera dejar de ser dependiente de algo que lo sostiene vivo desde que nació. La ignorancia, cuando se disfraza de consejo, puede ser más peligrosa que la propia enfermedad.
Por eso hoy en este espacio, quiero hablarle a 3 grupos. Primero, a quienes recién reciben el diagnóstico y están paralizados de miedo: entender que necesitar Insulina no es una derrota, es una segunda oportunidad. La vida se vuelve más estratégica, sí, pero no menos intensa. Tendrán que aprender, equivocarse, ajustar, levantarse muchas veces. Y en ese camino yo estaré, haciendo lo mismo que hacía antes en silencio: permitir que cada célula reciba la energía que necesita para seguir.
Segundo, a quienes conviven conmigo desde hace años y me aceptaron como parte del equipo como Caly que hoy me permite expresarme y me honra diariamente: ustedes saben que no los freno, los habilito. Cada dosis que se aplican es un acto de liderazgo personal y de amor propio. La disciplina no los hace menos libres; los hace más dueños de su vida. Si hoy pueden entrenar, viajar, crear, competir y soñar, es porque se animaron a derribar prejuicios y a tomar el control de su salud.
Y tercero, a quienes no tienen Diabetes o creen que no la tendrán. Ustedes también son insulinodependientes, solo que su cuerpo fabrica la dosis exacta sin que la piensen. Agradezcan esa suerte, cuiden su estilo de vida y, sobre todo, no repitan mitos que puedan lastimar a otros. Si algún día su páncreas se cansa, no quiero que el miedo a mí les robe tiempo valioso. Informarse es tan preventivo como comer mejor o moverse más.
Este año, hoy, en el Día Mundial de la Diabetes, el mensaje es simple: no le tengan miedo a aquello que ha salvado y sigue salvando millones de vidas. Respétenme, úsenme bien. Y recuerden que la Diabetes no escribe sola el destino de nadie.
Lo escriben las decisiones, la actitud, el acceso al tratamiento y la capacidad de dejar de escuchar rumores para empezar a escuchar a la ciencia y a quienes viven esta realidad. Yo seguiré acá, haciendo lo que mejor sé hacer: darle tiempo y oportunidades a quienes deciden cuidar su fuego interior, aunque en la sangre haya más azúcar de la que quisieran.
No me temas: la Insulina es vida líquida, abrázala, infórmate y dejá que los cuide.
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Por: Caly Monteverdi
Conferencista internacional
Comunicador argentino, asesor estratégico y creativo
X – Twitter: @Calytoxxx



