Pese a las discrepancias frente a la influencia de la actividad turística en el desarrollo y la consolidación de otras actividades sociales y económicas; no solo en nuestros ya posicionados destinos turísticos, sino también en las regiones más apartadas de nuestros territorios; debemos defender el aporte de la “Industria sin chimeneas” al aprendizaje de sus dos más grandes conceptos: Patrimonio y naturaleza.
La conservación de la memoria histórica, el desarrollo de una identidad propia, el cuidado del medio ambiente, el sentido de pertenencia por lo nuestro, son solo algunos de los aspectos en los que el turismo, llevado de una manera “Sostenible” y “Sustentable”, puede contribuir al mundo moderno.
Son innumerables los ejemplos que podríamos poner al respecto, pero en esta oportunidad solo destacaremos algunos que se vienen presentando en nuestro territorio, y que pese a las voces en contra de sus realización, se pueden desarrollar de una manera organizada, para no privar a las nuevas generaciones de la oportunidad de vincularse de manera más estrecha con los bienes patrimoniales y naturales, heredados para nuestro goce, disfrute, pero principalmente para nuestro aprendizaje, más allá de su mera explotación económica.
Uno de estos ejemplos, y además de los más susceptibles a la crítica, por su grado de complejidad, es la relación entre la arqueología, una disciplina netamente científica, y el turismo, actividad siempre asociada al ocio y el esparcimiento. De acuerdo con La Organización Mundial del Turismo (OMT), el turismo “comprende las actividades que realizan las personas durante sus viajes y estancias en lugares distintos a los de su entorno habitual, por un periodo de tiempo consecutivo inferior a un año, con fines de ocio, por negocios u otros motivos” (OMT 2001).
Según esta definición, dichas actividades pueden ser múltiples, lo que da lugar a diferentes tipos de turismo: Sol y playa, rural, ecológico, y muchos otros, entre los que destacaremos el de Historia y cultura. Siendo este último el que posibilita al turista la oportunidad de conocer ese aspecto cultural, tan propio del lugar que se visita, lo que involucra acercarse al arte, la historia, aspectos socioeconómicos y medioambientales, estilos de vida, festividades, tradiciones y costumbres de la gente que habita el territorio visitado.
Un subtipo de este tipo de turismo cultural es el patrimonial, que es al que nos referiremos, y en especial en todo lo relacionado con el patrimonio arqueológico. Según la Unesco, “El patrimonio cultural es el legado que recibimos del pasado, lo que vivimos en el presente y lo que transmitimos a futuras generaciones”.
Aunque en muchas partes del mundo el turismo arqueológico se ha convertido en un negocio y las reglas del mercantilismo han empezado a afectar profundamente esta ciencia, debemos priorizar el estudio y la preservación de estos invaluables hallazgos, sobre cualquier otro fin comercial, y es allí donde la visión una clara visión turística integral y de territorio, debe prevalecer.
El concepto de “Turista” aparece hasta el siglo XIX en un mundo muy distinto al de la antigüedad y conlleva una serie de condiciones económicas que solo se vinieron a dar en los últimos siglos. Lo que se resalta de este concepto es la “curiosidad” que caracteriza a los humanos, y que lleva a determinadas personas a trasladarse con el fin de descubrir lo que hay más allá de su ámbito geográfico.
Esa misma curiosidad es la que nos mueve a conocer no solo los hechos recientes, sino los pasados, de los cuales debemos aprender, con el fin de entender a ciencia cierta la complejidad del mundo moderno.
Es ahí donde el papel de la actividad turística juega un papel predominante, brindando oportunidades de aprendizaje, a aquellas personas, que sin una especialidad determinada, quieren descubrir los maravillosos secretos de la humanidad, pero también brindado la oportunidad para que los expertos en la materia, cumplan su papel “pedagógico” más allá de lo científico, en un ámbito en el que el aprendizaje se convierta en la mejor forma de preservar y conservar nuestras tradiciones culturales, esas mismas con las que se logrará preservar nuestra identidad, y que se puede difundir con mayor efectividad, con el aporte del Turismo, como una actividad que no solo divierte y recrea, sino que también enseña.
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Por: Hugo Andrés Rivera Collazos
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