El único ser vivo sobre el planeta con capacidad para discernir y diferenciar conscientemente lo que es bueno de lo que es malo, actuar para construir o para destruir, entre muchas otras acciones provenientes de la razón, es el ser humano.
Uno quisiera entender, cómo una especie dotada de inteligencia ha venido obrando de manera tal que ha puesto al planeta, su propia casa, su hábitat, el lugar que nos ofrece todo para poder vivir, en grave peligro.
A raíz del implacable deterioro de los diferentes ecosistemas, producto de la mano depredadora del hombre, en 1987 aproximadamente, se introduce el término “sostenibilidad ambiental” en el famoso Informe Brundtland (también titulado “Nuestro futuro común”), queriendo motivar a la comunidad mundial a mantener lo que había en ese instante, pero como dicen los mismos ambientalistas, “no hay algo más difícil de sostener que la sostenibilidad”.
En ese sentido, he venido reflexionando al respecto y recogiendo algunos conceptos de analistas y observadores y creo que es urgente migrar del concepto puro de “sostenibilidad” al de “mejoramiento” o “reparación ambiental”, porque si nos quedamos en sostener, nos vamos a seguir encontrando con una realidad que demuestra que las afectaciones ambientales avanzan más rápido que las acciones contrarias, es decir que la sostenibilidad hace esfuerzos por mantener lo que hay, pero el ímpetu de los contrarios es más fuerte, de tal manera que continuamos en un proceso destructivo y se requiere con mayor intensidad más acciones reparativas.
Le explicaba yo a alguien que si un individuo sufre un accidente que afecte su motricidad o su capacidad para caminar, es posible que para recuperar su movilidad se requiera de terapia ocupacional. Así mismo es el medio ambiente; si el ser humano ha deforestado un territorio, es posible que éste se regenere autónomamente, pero es mucho más factible que se recupere si se interviene en favor de éste y se ayuda a su recuperación.
Por lo anteriormente expuesto he planteado una fórmula, no necesariamente matemática, que se expresa de la siguiente manera: R + P + D + A = MA.
La “R” hace referencia a la reflexión, a la toma de conciencia acerca de las diferentes actuaciones del hombre (hombre o mujer), y de pensar con verdadero sentido común acerca de lo que es favorable o desfavorable para el medio ambiente. La “P” se refiere a la pregunta, es decir al cuestionamiento frente a qué debemos hacer o cómo debemos actuar para recuperar los ecosistemas y frenar la devastación. La “D” se conecta con la palabra diálogo, es decir las conversaciones individuales, sociales, colectivas, institucionales, políticas y otras; que se necesitan desarrollar para poder actuar en conjunto. Y la “A” que es a lo que muy poco se llega, es decir, la acción. El resultado de esta suma es el mejoramiento ambiental “MA”.
La perorata es lo de menos, seguramente puede sonar a más de lo mismo, pero hagamos un experimento, juntémonos y vayamos a zonas que muestren afectación por el cambio climático y/o la mano del hombre (hombres o mujeres) y pongamos en práctica lo que planteo, y dejemos de quejarnos por las quebradas, ríos y riachuelos que antes tenían agua, y hoy son simplemente depósitos de arena y piedra; o los bosques que ofrecían sombra y frescura, y hoy son extensas zonas desérticas.
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Por: Hugo Fernando Cabrera – hfco72@gmail.com
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