En las protestas desarrolladas tras el paro nacional que se vivió durante este año, que además fueron supremamente fuertes, se pudo evidenciar el ímpetu de los jóvenes no solamente en Colombia sino en toda Latinoamérica, un fenómeno que demostró la inconformidad que existe en las nuevas generaciones frente a la manera como se han venido gobernando algunas naciones.
Estas expresiones, muchas de ellas salidas de tono y con muestras innecesarias de violencia, no solo por parte de los manifestantes sino también de las fuerzas del orden, pusieron a tambalear al establecimiento y revelaron las inmensas debilidades existentes frente al manejo de este tipo de situaciones y la necesidad de generar espacios de escucha social para poder entender el sentir del pueblo, no solo de la muchachada sino de toda la comunidad.
La pandemia obviamente generó una coyuntura que agudizó la problemática, puesto que el desempleo, la pobreza, el hambre y la falta de oportunidades, se incrementaron notablemente, enardeciendo los ánimos de la gente y gracias al frenesí juvenil se reflejó en las calles de muchas ciudades del país, arrojando heridos, muertos y desaparecidos. Hechos lamentables que no debieron ocurrir.
El año cierra con una importante reactivación económica, eso se nota con la gran cantidad de gente en los sitios turísticos, centros comerciales, en zonas de comercio de la calle, en los bares, restaurantes y discotecas con full aforo; pero contrasta con un gran incremento de habitantes de calle, de mujeres con infantes pidiendo ayuda en parques y sitios públicos, de jóvenes y niños en las esquinas limpiando los vidrios de los carros y vendiendo dulces; eso realmente es preocupante.
Pero viene un nuevo año con mucho agite político, con los discursos de siempre, con decenas de candidatos aspirando al Senado de la República y a la Cámara de Representantes, con la compra y venta de votos, con las desbordadas campañas publicitarias que generalmente contaminan visualmente el paisaje, con anuncios de prensa, radio, televisión y medios digitales, que terminan inundando los canales de comunicación hasta la saciedad; algo positivo para los medios, pero sofocante para los consumidores de los mismos.
Además viene la campaña presidencial, que realmente es la que se está robando toda la atención de la opinión pública, pues ese tire y afloje entre candidatos llama mucho la atención, con la presencia de constantes noticias falsas que buscan confundir al electorado para evitar que gane el uno o el otro; ese tema complica el proceso.
Lo verdaderamente cierto es que los jóvenes estamos ante una oportunidad histórica de cambiar el rumbo, de discernir con claridad y de influir ostensiblemente para que este cambio sea real; pero para ello debemos asumir una responsabilidad política participando en las elecciones, saliendo a votar, ayudando a elegir a quienes nos van a representar y a gobernar, eso vigoriza la democracia y muestra la verdadera fuerza de la juventud.
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Por: Andrés Felipe Cabrera Sánchez