Los cámbulos desplegaban sus frondosos follajes adornados con flores de un rojo escarlata encendido como el ánimo de los manifestantes del 21 de abril. La calle nuevamente es el escenario de la inconformidad.
Los manifestantes, de todas las clases y colores, sin duda tienen sobradas razones para expresar su descontento con el gobierno del cambio, sin embargo, también es cierto que no deben olvidar que quienes convocaron la movilización, son los mismos que nos llevaron a la situación que terminó con la elección del candidato de la Colombia Humana.
Estos embaucadores, los últimos treinta años determinaron políticas que han venido destruyendo el aparato industrial. En el mismo periodo la producción agraria ha vivido profundas y recurrentes crisis dada la carencia de normas que le den la protección y el apoyo que necesita una actividad que involucra riesgos de precios, variaciones climatológicas, expuesto a amenazas fitosanitarias. Así campea el atraso económico, no se genera empleo decentemente remunerado, los niveles de pobreza crecen vertiginosamente, el endeudamiento externo se desborda sin límite dada la nula capacidad de ahorro del país.
Desafortunadamente, el gobierno que los reemplazó ha continuado con la obra de sus antecesores.
Inició aprobando la reforma tributaria que no pudo Duque, a la medida de las indicaciones del FMI, aumentando los gravámenes a las capas medias de la población.
Mantiene el régimen de precios de los combustibles desde el gobierno de Uribe, que los igualó al precio internacional como si no dispusiéramos de petróleo y refinerías, tan solo que dado el congelamiento que se dió durante el gobierno de Duque, llegó a nivelarlo sin contemplaciones golpeando a los sectores populares.
Por eso no resulta extraño que los organismos multilaterales de crédito extiendan mayores felicitaciones a Petro que a Duque, Santos y sus antecesores.
La corrupción, un blasón de los gobiernos anteriores podría encontrar un serio competidor con los funcionarios de ahora.
Las redes se inundan de acusaciones, unas ciertas otras absurdas, de petristas y uribistas, unos y otros descalificando a quien se atreva a cuestionarlos, pues parten del principio de la infalibilidad de sus mesías.
Es hora de afianzar una postura independiente de estos perniciosos extremos que mantienen atadas las potencialidades de la nación y no le permiten encontrar el camino del progreso, necesitamos con urgencia el desarrollo económico, trabajo e ingresos para las gentes del campo y la ciudad, de otra manera no será posible esperar solución cierta a la salud, la educación y las mil necesidades de bienes públicos que requerimos.
Ni la reforma más perfecta, ni el decreto mejor intencionado podrán sustituir la necesidad de recursos económicos para hacer efectivos los derechos, continuarán siendo letra muerta. Estamos cansados de las controversias inútiles de las barras bravas de ambos bandos.
—
Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com
Twitter: @libardogomezs