Cuando esta columna de opinión sea publicada, Javier Acosta estará dejando de existir. Una inyección (eutanasia) le habrá puesto fin a su vida, y al sufrimiento de una enfermedad con la que padeció los últimos cinco años, sin embargo, en millones de colombianos habrá sacado lágrimas, pues, aunque sin conocerlo, es imposible no conmoverse con su historia.
Y es extraño llorar por la muerte de una persona desconocida, pero es que desde que su historia se hizo viral a través de un video que circuló en redes sociales, al menos en lo personal, no he dejado de pensar en él y en su hija.
Decidir ponerle fin a su vida para brindarle tranquilidad a futuro a su hija y a sus seres queridos, es un acto que sobrepasa nuestra capacidad de entendimiento y que, para muchos, va en contra de nuestras creencias. Pero más allá de lo difícil de entender que pueda ser, la decisión que tomó Javier, es en últimas, un acto de amor puro por su hija, y a la larga, la forma como él busca brindarle un mayor bienestar.
¿Pero por qué si la amaba tanto, decidió terminar con su vida, en vez de seguir luchando junto a ella? ¿acaso no era mejor estar a su lado toda la vida, y brindarle el apoyo? Seguramente son preguntas que muchos nos hicimos, desde la comodidad de nuestra posición. Pero para responder esas preguntas, basta tratar de ponerse en sus zapatos y entender su situación y su cercanía con la muerte, para tal vez asimilar mejor, por qué decidió ponerle fin a su existencia.
Hace nueve años, un accidente de tránsito en moto, cuando viajó a Tuluá a acompañar Millonarios a un partido, le cambió la vida. Quedó postgrado a una silla de ruedas y los médicos le dijeron que no podría volver a caminar, sin embargo, en esa ocasión vio de cerca a la muerte, sintió que su alma salió de su cuerpo y que una sombra negra se lo quería llevar. Luego despertó y rápidamente la alegría de seguir con vida, se transformó en desilusión, cuando recibió la noticia. Fue la primera vez que se quiso morir, sin embargo, la eutanasia aún no era legalizada en Colombia.
Pasó varios meses postrado en una cama, sin ganas de vivir, y su único aliciente era su pequeña hija de 4 años en aquel momento. Luego con ayuda profesional, terapeutas lograron que pudiera moverse por sí solo, que recuperara fuerzas, que no fuera dependiente de su mamá o su hermana para desenvolverse y con ello, recuperó su vitalidad y las ganas de salir adelante.
Pero cuatro años después de ese accidente, y cuando estaba aprendiendo a vivir con su limitación, una bacteria que contrajo en 2019, en una piscina, volvió a arrinconarlo. Luego de muchos exámenes, los médicos le diagnosticaron Osteomielitis, una infección que ataca los huesos y se expande a través del torrente sanguíneo por todo el cuerpo.
La enfermedad aún no tiene cura, aunque hay un médico en Bogotá que dice que ha sanado a 9 personas, sin embargo, se puede tratar, aunque da pocas posibilidades de sobrevivir, pues la bacteria termina alimentándose de los antibióticos, generando resistencia, por lo que al final Javier, terminó tomando la decisión de practicarse la eutanasia.
Para Javier, vivir en una cama de un hospital no es vida. Tener que lidiar con la enfermedad que ya le afectó sus piernas y pone en riesgo otras extremidades no es vida, y por eso prefiere volverse alma, como decía en varias entrevistas, y sentirse libre, a volverse una carga para su familia.
De ahí que su hija Valentina, con escasos 12 años, pero con la madurez que le dio haber visto la mitad de su vida a su padre postrado en una cama, sufriendo de Osteomielitis, le dijo el pasado miércoles cuando se despidió de él, que prefería verlo partir y que estuviera junto a Dios, que verlo sufriendo en una cama.
Así que sí, Javier pensó en ella, lo decidió por ella e hizo viral su caso y su desenlace, para que al final todos pudiéramos entender que soltar también es un acto de amor y de fe. Porque aunque su hija crecerá sin su padre, y tal vez ya no tenga que lidiar con el peso de tener un padre enfermo, que según Javier, podría volverse una carga para ella, nadie le garantiza a él que vaya a estar mejor sin él, aún así tomó la decisión con la fe puesta en Dios, que su sacrificio, le brinde a ella tranquilidad a futuro.
“Siento que la incertidumbre y preocupación me han demacrado un poco más. La presión aumenta, los medios presionan, la gente pregunta y mi familia se angustia. Pero con el favor de Dios esto pronto terminará”, dijo en uno de sus últimos mensajes en redes Javier, antes de ser trasladado al centro médico privado donde le practicarán el procedimiento que decidió.
Tal vez si hubiese habido un poco de esperanza de cura, si hubiese podido seguir postrado a una silla de ruedas, como estaba, pero sin la infección en su sangre y en sus huesos, tal vez hoy estaríamos solo contando la historia de un hincha de Millonarios, que, pese a su movilidad reducida, se las rebuscaba para sacar adelante a su hija. Sin embargo, las circunstancias acorralaron a Javier, y prefirió dejar de luchar contra una infección, y dejar de pensar en él, para pensar en los suyos. Un acto altruista, de amor, que costará mucho entender, pero que al fin y al cabo debemos respetar.
Estamos quizás ante el caso de eutanasia más mediático de nuestra historia, pero también ante una historia que recordaremos por muchos años. En lo personal, aunque siempre he tenido fe en Dios, respeto la decisión de Javier y valoro su sacrificio, como el mayor acto de amor que una persona puede hacer por quienes ama. Dios lo tenga en su gloria y le permita desde hoy, ser esa alma libre que quería ser.
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La Ñapa
- Hablando de actos de amor y sacrificios, hay que destacar la decisión que en vida tomó Jonhatan Trujillo, el barbero asesinado esta semana en Neiva, por culpa de la inseguridad; de donar sus órganos si algún día dejaba de existir. Ese es un tema que, aunque doloroso, deberíamos normalizar en nuestras conversaciones con nuestra familia.
- No puedo dejar pasar esta columna para hablar de la decisión del Alcalde de Neiva, de suprimir 120 cargos de la planta de la Alcaldía para reducir gastos. Creo que toda decisión para ahorrar recursos y que estos se inviertan en la gente es válido; sin embargo, creo que se cometieron errores. No sólo al no socializar debidamente el estudio técnico a tiempo, o que este haya sido hecho por un abogado (no sé qué tan idóneo sea), sino en la no revisión adecuada de cada caso. Ya han tenido que reversar dos actos administrativos, se han aceptado seis demandas y según se dice, hay al menos 10 derechos de petición en Talento Humano, pidiendo revisión de casos. Siento que al final no serán 66 los despidos, como dijo el alcalde (los otros 54 no estaban ocupados por nadie), sino sólo 50.
- ¿Qué va a pasar con el concurso de méritos que ya se encuentra publicado en el SIMO de la Comisión Nacional del Servicio Civil? Y lo pregunto porque entre las 256 vacantes ofertadas, estaban estos cargos que fueron eliminados. ¿Se podía hacer cuando ya estaban ofertados? Habría que preguntar qué piensa la CNSC de este tema.
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Por: Andrés Felipe González Díaz
Comunicador Social y Periodista
Especialista en Comunicación Digital
Asesor en Comunicación Política