La drástica reducción del precio del petróleo es una pésima noticia no solo para las finanzas del país sino también para quienes vemos con preocupación el avance arrollador del cambio climático, la baja en la cotización de los combustibles fósiles incluido el carbón, estimula su uso y desaniman el empleo de las energías alternativas.
Cuando iniciaba el interés de las compañías automotrices por desarrollar modelos híbridos o eléctricos, la gasolina vuelve y toma impulso incrementando la generación de gases de tipo invernadero que contribuyen a la destrucción de la capa de ozono que nos protege de las radiaciones solares; las elevadas temperaturas de los últimos días tienen que ver con los efectos permanentes de este fenómeno de alteración del clima y con los eventos periódicos del fenómeno del niño que cada vez se tornan más fuertes y profundos; las noticias de racionamiento del uso del agua provista por acueductos locales en el 10% de los municipios de Colombia y el nivel más bajo conocido del caudal del río de la Magdalena certifican la gravedad del problema, sin mencionar las múltiples imágenes de cultivos devastados por la carencia de riego, árboles marchitos por la falta de agua lluvia y ganado muerto por la prolongada sequía especialmente en el norte y occidente del departamento del Huila.
Ante un escenario tan catastrófico se esperaría cierta sensibilidad de las autoridades gubernamentales y ambientales; sin embargo, sus actuaciones continúan privilegiando el negocio y no la preservación: la entrega del manejo de las fuentes hídricas a multinacionales, la intención de entregar a particulares los acueductos veredales y distritos de riego, la autorización para actividades como el fracking y las licencias para exploración y explotación minera incluso en zonas de páramo y reservas naturales acentúan el riesgo de la sostenibilidad de las corrientes hídricas superficiales y subterráneas del territorio nacional.
El Huila es víctima de esas erróneas políticas que ponen en riesgo la continuidad del suministro de agua, esto ha obligado a las comunidades a movilizarse, aún está fresca la enorme protesta de los ciudadanos de Neiva para proteger la cuenca de las Ceibas de las actividades de exploración petrolera al igual que el compromiso de los garzoneños con el páramo de Miraflores y la organización de las comunidades en el sur para evitar la construcción de represas o microcentrales propuestas por una compañía China, de mantenerse la amenaza de intervenir las cuencas hidrográficas a contrapelo de la conveniencia ambiental de la región, los huilenses no tendremos opción distinta a mantener la alerta y la disposición a defender la conservación de ríos y quebradas.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com