En el acto de bienvenida que se le organizó al Papa Francisco en la entrada de la Nunciatura Apostólica, los Jóvenes del IDIPRON (Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y de la Juventud), se confesaron víctimas de malas decisiones personales, pero también de un sistema excluyente que los considera invisibles, desechables. Se confesaron luchadores contra el “demonio del consumo”, pero ante todo se reconocieron seres humanos y exigieron ser tratados como tal.
En sus palabras, se percibió un profundo respeto y admiración por el papa. Se dirigieron a él buscando una figura paternal de pastor. Y el papa, como padre justo y bueno, respondió, ante esta realidad: primero, con un profundo y sentido ¡Gracias! por el camino que estos jóvenes, y en general los que sufren, se han animado a realizar. Dijo que eso se llama “heroísmo”, porque cuando se equivocan, se levantan y siguen adelante. Esto lo dijo con admiración.
Y continuó: “Ustedes son héroes, porque se reponen a las dificultades.” Destacó la valentía, el coraje que se debe tener para seguir adelante. Y les dijo con vehemencia: “¡No se dejen vencer! ¡No se dejen robar la alegría! ¡No se dejen robar la esperanza!” E hizo que los jóvenes lo repitieran.
“¡No se dejen engañar!” Hizo así manifiesta una denuncia de una sociedad mal intencionada, que se aprovecha del más débil. Por eso, les instó a estar alerta ante esta realidad.
Finalmente, algo que ha caracterizado su pontificado, desde el día de su elección: les pidió que rezaran por él.