Una enorme franja de agua salada es parte de la frontera que separa a los afligidos beduinos hostigados por las bombas que a diario arrojan los aviones de quienes los han colonizado o de quienes pretenden continuar interfiriendo en las decisiones de su futuro, huyen desesperados acosados también por la miseria que se deriva de naciones sojuzgadas por imperios que obstruyen el progreso y ubican sus capitales ávidos de las ganancias que les ofrecen gobiernos corruptos para que hagan de las suyas, explotando sin misericordia los recursos de la tierra, despojando a los nativos los frutos del trabajo honrado, mal remunerado y exprimiendo la riqueza de las empresas construidas con el esfuerzo de generaciones enteras a través de la especulación financiera protegida y promovida por cancerberos fletados en la dirección del estado.
Son miles de seres que cruzan a pie o en barcazas las fronteras atestadas de alambradas, con el propósito de arribar a las costas de los países que fraguaron su desgracia, convencidos de la posibilidad de encontrar la nueva tierra prometida.
Los que logran llegar vivos de esta diáspora terminan en los guetos modernos construidos para que las comunidades de inmigrantes no se mezclen con los arios originarios y terminan reproduciendo su tragedia en suelo ajeno, lejos de las mezquitas en que forjaron sus creencias y enraizaron sus valores; así la desesperanza arroja irremediablemente a los jóvenes del futuro al terreno de las acciones desesperadas y aisladas que aprovechan los medios de comunicación propiedad de los grandes capitales para estigmatizar a todo un pueblo victima que convierte en victimario.
Los sunnitas, alawitas, chiitas y asirios, kurdos, turkos, armenios y refugiados palestinos que habitan las praderas y desiertos sirios no logran comprender aún que su salvación esta en sus propios linderos, que deben construir entre ellos mismos una fuerza que respetando las diferencias de clase, credo, color de piel, etnia u cualquier otra se trace la meta de liberar su territorio de la injerencia de cualquier potencia por más amigable que parezca, incluida la ONU que al final representa los intereses de la potencias que presiden su concejo que no es neutral, y defina el camino del progreso material que conviene a los que se asientan en su territorio, con presencia de capitales extranjeros si es necesario, pero con las condiciones que convengan a los nacionales y no a los monopolios foráneos, aboguemos por que encuentren el camino de su libertad.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com