Ha llegado el periodo más esperado por la sociedad colombiana y por el mundo católico: la Navidad. Es la época que nos permite irradiar la alegría en todos los hogares colombianos, porque celebraremos la época más anhelada del año, donde tendremos la oportunidad de integrarnos, a pesar de que hemos estado atravesando el peor flagelo sanitario del siglo por la pandemia de la Covid-19.
Se empezaron a engalanar nuestros hogares con los adornos navideños y en las vías públicas se inició un panorama congestionado de luces multicolores y mensajes alusivos a las festividades navideños. Es un periodo deseado por toda la sociedad colombiana.
No hay duda de que, a raíz de la vacunación, las medidas de bioseguridad, la dinámica viral y la disciplina de la gente, la pandemia ha dado una tregua que se traduce en cierto grado de tranquilidad general, que en la recta final de las festividades decembrinas resulta favorable, pero a la vez puede ser un efecto bumerán si estas condiciones no se mantienen bajo la premisa de que aún el fantasma del Covid-19 ronda en todo el mundo. Y sobre todo de las nuevas variantes que están amenazando seriamente sus sistemas sanitarios. Y Colombia no es la excepción.
Aunque la variante ómicron merodea por el vecindario, y su presencia en Colombia podría estar determinada solo por factores de búsqueda y detección, no sobra decir que el grado de inmunización obtenido por la población a partir de las infecciones naturales y por la creciente aplicación de vacunas se convierte en un seguro y que no un blindaje para atajar su expansión, siempre y cuando se protejan a toda costa las personas en riesgo.
Si el año pasado la pandemia se les atravesó a estas celebraciones, hoy, cuando se da un pequeño paso al costado, èste debe ser un estímulo para poner a prueba la capacidad de compartir en un contexto de convivencia y solidaridad civilizada. La responsabilidad es de todos.
Pero desafortunadamente más del 50% de las familias colombianas, se encuentran padeciendo de un verdadero viacrucis social y económico, por la crisis que nos ha dejado este mortal virus, lo cual va a generar una baja en la demanda de bienes durante este periodo. Todos estamos de acuerdo, que lo ideal es que el regocijo y la alegría no desborden la prudencia.
Que sea, de verdad, una jornada navideña para el grato recuerdo, en especial de los niños. En ese sentido, es inevitable volver sobre el uso de la pólvora, en el que vale insistir una y mil veces, con tal de que haya conciencia entre los adultos y se evite esa tragedia absurda y dolorosa de ver a los menores quemados. No a la pólvora. Una y mil veces, No. Por estas fechas es fácil ver familias que pasan de las luces del árbol en su casa a los pabellones de quemados.
A solo un par de semanas para que este 2021 llegue a su final, queda el sabor de que las cosas están mejorando para la economía y que, en el caso de Colombia, se cerrará un año histórico por el buen desempeño del grueso de los indicadores macro.
Pero por el obligado retrovisor se observa la tragedia que sembró el coronavirus en meses anteriores, mientras por el parabrisas se ve claramente la llegada del tercer año de la pandemia, con el susto que siempre generan nuevas cepas y variaciones que han aparecido en el camino.