Nada es tan roto como parece

TSM Noticias
332 Views

En East Harlem, Nueva York, existe un pequeño milagro con un nombre humilde: “Repair Café El Barrio”. Bajo el lema “Nada es tan roto como parece”, vecinos y voluntarios se reúnen cada fin de semana para reparar objetos averiados: una lámpara que no enciende, una licuadora vieja, un reloj que dejó de marcar la hora. Pero en realidad, lo que reparan no son solo cosas: son vínculos, memorias y esperanzas.

El lugar huele a café recién hecho y a soldadura. Los talleres están llenos de risas, destornilladores y manos que comparten historias. La idea es simple y revolucionaria: antes de desechar, intentar reparar; antes de comprar, colaborar. En un mundo que glorifica lo nuevo y desecha lo imperfecto, estos cafés son una trinchera contra el consumismo y una defensa silenciosa del tiempo humano. Cada objeto reparado es una pequeña victoria contra la prisa y el desperdicio.

Como médico, me resulta inevitable ver el paralelismo con la práctica de la salud. Muchas veces creemos que algo —o alguien— está irremediablemente roto: un cuerpo enfermo, una relación desgastada, una vida marcada por la culpa o la pérdida. Pero igual que una radio vieja que vuelve a sonar después de una soldadura, las personas también pueden ser reparadas si alguien les dedica tiempo, escucha y presencia. Reparar es un acto de fe en la posibilidad de volver a funcionar, aunque sea de otra manera.

El Repair Café también es una metáfora de la medicina que necesitamos: una que no deseche, sino que trate a las personas como sistemas complejos que pueden reconstruirse con cuidado. En cada reparación hay un gesto terapéutico: se repara un objeto, pero también se repara el ánimo.

Este modelo merece ser replicado. Imaginemos cafés de reparación comunitarios en nuestras ciudades y pueblos, donde estudiantes de ingeniería, artesanos, jubilados, médicos o terapeutas se reúnan para compartir conocimientos y reparar juntos objetos y emociones.

Podrían funcionar en bibliotecas, hospitales, escuelas o centros culturales. Más que talleres, serían espacios de encuentro: lugares donde el ruido de una herramienta convive con el murmullo de una conversación que sana.

Porque al final, nada —ni un reloj, ni una persona— está tan roto como parece. Solo hace falta tiempo, cuidado y una comunidad dispuesta a reparar.

Por: Adonis Tupac Ramírez Cuéllar
adonistupac@gmail.com
X: @saludempatica 

Share This Article
Ir al contenido