Francisco Maturana tuvo hasta hace dos semanas, el registro histórico con la Selección Colombia de 27 partidos sin perder. Se necesitaron 30 años para superarlo, y lo hizo el equipo de Néstor Lorenzo, alcanzando 28 encuentros sin conocer la derrota.
Desafortunadamente, esta vez, como hace 30 años, ese buen registro no sirvió de nada. La Selección Colombia cayó derrotada 1-0 en la final de la Copa América ante Argentina, y perdió una oportunidad histórica.
Sin embargo, hoy más que nunca Francisco Maturana a sus 75 años, está más vigente que nunca. Y no justamente por su invicto, ni por la Copa Libertadores que logró con Atlético Nacional, o la Copa América con Colombia en el 2001, o por haber llevado al país a un mundial después de 28 años en 1990.
El profe Maturana es más vigente que nunca hoy entre los colombianos por una frase que dijo en los 90’s y que cae como anillo al dedo en este guayabo futbolístico que tenemos: “Perder es ganar un poco”.
Para muchos esta es una frase de resignación, pero en el fondo encierra una filosofía que ha forjado a grandes campeones. En el fútbol como en la vida, se necesita perder para fortalecer la mente, para alimentar el espíritu, para levantarse ante las adversidades, para superar obstáculos y para entender que en todo proceso, perder no es malo, sino un paso necesario para acostumbrarnos luego a ganar.
Y esta selección de muchachos nuevos, con pocos experimentados, no sabía lo que era perder. Hace dos años y medio que Colombia tuvo su última derrota el equipo era distinto, venía de una racha de malos resultados que terminaron eliminándolo del mundial de Qatar, pese a haber ganado los últimos partidos de la eliminatoria.
Por el banquillo había pasado Carlos Queiroz y Reinaldo Rueda, que nunca lograron encontrar un equipo competitivo y terminaron sepultando un proceso que seis años de Jose Pékerman que nos había dejado clasificación a dos mundiales y un tercer lugar de una Copa América.
Después llegó Néstor Lorenzo, el que fuera asistente de Pékerman y ya conocemos la historia. Lideró una transformación en la nómina con un recambio que era más que necesario. Así ha dirigido 26 partidos con la Selección nacional y solo cayó derrotado en el último. Ganó 19 partidos y empató 6, para un rendimiento más que positivo.
Sin embargo ese partido número 26, que significó la pérdida del invicto, era nada más que la final de la Copa América y la enfrentó con un equipo que no solo no sabía lo que era perder, sino que tampoco sabía lo que era jugar y ganar una final a nivel de selecciones. Y nos tocó enfrentarnos al último campeón de América, al campeón de la Finalísima, y al actual campeón del mundo, es decir, un equipo acostumbrado a jugar finales.
No obstante esta Argentina, no siempre ganó las finales que disputó. Leo Messi, su capitán, perdió con su selección cuatro finales: la de la Copa América de 2007 ante Brasil, la final del mundo de 2014 ante Alemania, y dos finales más de Copa América en 2015 y 2016 ante Chile. Es decir, hasta hace ocho años este proceso de la selección Argentina no había ganado nada.
En 2018 asume Lionel Scaloni, pero aunque el equipo solo pierde 4 partidos en dos años, en la Copa América de 2019, ocupa el tercer lugar, después de haber llegado a las últimas dos finales. Pensaron en sacarlo porque lo consideraban un fracaso pero lo dejaron seguir trabajando. Y es así como finalmente logra consolidar este equipo y alcanza los títulos en 2021 (Copa América) y 2022 (Mundial y Finalísima).
Es decir, Argentina tuvo que conocer la derrota y fracasar muchas veces para aprender a ganar, y saber jugar y ganar finales. Es cierto que de todos estos años de este proceso de la Selección de Messi, este ha sido el más discreto. Su estrella ya no juega igual, está en el ocaso de su carrera, Di María justamente se retiró y la mayoría de la base de este proceso, ya están para un recambio.
Por eso no brilló en esta copa y por eso no jugó una buena final. Pero fue inteligente, y sabiendo que tenía menos fútbol, trabó y complicó a Colombia, puso marca férrea sobre James, cortó la generación de juego y al final aprovechó la única clara que tuvo en el partido. Supo jugar la final.
Y eso se logra con un proceso. Hoy más que nunca creo que el nuestro va bien. Se necesitaba perder para quitarse de encima de los hombros de los jugadores el peso de ese invicto, pero también esa presión que el país ejerció en la final.
Tal vez si el invicto lo hubiésemos perdido antes, hoy el resultado sería distinto, pero al final el tema psicológico no jugó a favor de los nuestros y nos ganaron un partido cuando el fervor por la camiseta estaba en lo más alto, más incluso que hace 23 años cuando habíamos alcanzado la única Copa América para el país.
Ya pasó casi una semana y seguimos hablando de lo mismo. Es difícil reponernos de la tristeza y la desilusión que nos dejó la derrota. Pero ya está, debemos entender y aceptar que esto era necesario para procesos a futuro. Si lo miramos por el lado bueno, en las últimas tres copas América, Colombia ha sido protagonista de primer nivel: cuarto lugar en 2019, tercer lugar en 2021, y segundo en 2024, la próxima será la vencida.
Hace 24 años habíamos llegado a la final de la Copa de Oro y perdimos ante Canadá. Una derrota que dolió pero que nos sirvió un año más tarde para quedar campeón de la Copa América.
Estoy seguro que este equipo que tiene hambre de gloria y talento de sobra, nos traerá alegrías en los próximos años que nos dejarán como una bella anécdota, que un día jugamos ante el campeón del mundo una final, y la perdimos, pero fue necesario para aprender a ganar.
La Ñapa
Qué mal nos ha hecho la ley del atajo a nuestro país. Los narcos, las pirámides y los influencer, tienen en común que todos crecieron creyendo que para llegar al éxito se necesita de un menor esfuerzo.
La plata fácil se volvió parte de la cultura y ha sido la encargada de educar las últimas generaciones en Colombia. Una generación que se mete entre los ductos del aire en un estadio, en vez de hacer la fila o comprar una boleta; una generación que considera que es más fácil falsificar una boleta que trabajar para comprarla y una generación que hoy nos ha dejado en el ridículo mundial. Tiene razón Javier Hernández Bonnet cuando dice que su generación fracasó en la educación de la siguiente. De nosotros ahora depende hacerlo mejor con nuestros hijos.
—
Por: Andrés Felipe González Díaz
Comunicador Social y Periodista
Especialista en Comunicación Digital
Asesor en Comunicación Política


