En mi país, Argentina, la UBA (Universidad de Buenos Aires) es verdaderamente gratuita y pública. Ese modelo, lejos de ser utópico, demuestra que, con gestión, los países latinoamericanos pueden garantizar el acceso masivo a la educación superior. No se trata solo de abrir matrículas; se trata de cumplir la promesa de progreso que durante generaciones ha estado pendiente. Si Argentina lo logró, ¿por qué no Colombia?
Como observador constante de la ciudad, celebro cómo ha cultivado su tejido académico. Hoy, la universidad sigue siendo, para miles de familias, el primer escalón concreto hacia el desarrollo personal y colectivo. En el Huila, cada joven que ingresa a la educación superior representa mucho más que un estudiante: es, muchas veces, la primera generación universitaria en su familia, un quiebre en la historia familiar, una oportunidad real de transformar el presente y proyectar un mejor futuro.
He tenido la suerte de colaborar con varias universidades locales. La Uniminuto, la CUN, la Corhuila han demostrado estar despiertas, con propuestas académicas que, dentro de los márgenes que permite MinEducación, buscan adaptarse a las necesidades. Incluso la USCO, reconocida por su rol público, tiene el potencial de ser mucho más visible y protagónica, si se reduce el peso de los tiempos burocráticos y se priorizan las necesidades de los estudiantes.
A esto se suman universidades como la Cooperativa, la UAN, la FET, Uninavarra y otras que nutren la oferta académica de la región. La diversidad institucional es clave, pero el desafío no termina en matrículas ni en números. Todas ellas, con características particulares que otro día describiré, han disminuido la “fuga de cerebros” que antes era mucho mayor. Eso debe aplaudirse de pie. Muchos empacaban ilusiones rumbo a Bogotá, Medellín o Cali. Neiva era, para muchos, punto de partida, no de proyección. Algo ha cambiado.
Las estadísticas más recientes revelan avances, pero también alertas. El Huila logró una cobertura universitaria del 42,4 %, un dato positivo, aunque por debajo del promedio nacional que supera el 54 %. Pero la realidad va más allá de los números. La pandemia aceleró una tendencia imparable: el crecimiento de la educación virtual.
Hoy, el 38 % de los universitarios en Colombia estudian de forma remota. Y mientras tanto, muchas universidades en Neiva y el Huila apuestan casi exclusivamente por la presencialidad, en un contexto donde los jóvenes buscan flexibilidad y modernización. Ni hablar de los aspirantes a posgrado, que cada vez más buscan opciones a distancia. Incluso podrían atraer estudiantes de otras regiones de Colombia y, por qué no, del mundo.
También debemos considerar el impacto económico. La deserción crece cuando los hogares, afectados por la crisis, priorizan ingresos inmediatos sobre los estudios. El costo de los posgrados, la falta de opciones híbridas y la rigidez académica son barreras que debemos superar.
Soy un convencido del valor de la universidad presencial en ciudades como Neiva. Su efecto va más allá de lo académico: frena la migración, dinamiza la economía y genera arraigo. Pero si las instituciones no se actualizan, perderán estudiantes, talento y relevancia.
Conozco los intentos de alianzas entre universidades y gobiernos locales, esfuerzos que merecen reconocimiento. Pero hace falta más creatividad, más acción y, sobre todo, una visión que conecte con las nuevas generaciones.
Este no es un llamado a la crítica, sino a la evolución. La educación superior debe ser inclusiva, menos burocrática y más alineada con la realidad digital que vive el mundo. Debe ser, como siempre, ese ascensor social que cambia vidas, pero también un motor de innovación y desarrollo.
Invito a valorar el rol de nuestras universidades, a celebrar cada historia de quienes, siendo los primeros de su familia, cruzan las puertas del aula, pero también a exigir que esas puertas estén siempre abiertas, adaptadas y listas para los desafíos del presente.
El conocimiento sigue siendo el mayor capital que puede tener una región, y el progreso real comienza allí, donde los sueños se combinan con oportunidades concretas. Es muy positivo que haya tantos emprendedores, pero la capital del Huila necesita también de profesionales idóneos que complementen las necesidades del mercado y el desarrollo económico local. Neiva tiene la oportunidad de dar el siguiente paso.
Y a veces, ese paso empieza con algo tan simple como abrir nuevos espacios. Espero poder seguir aportando mi granito de arena para sumarle a esta región que tanto lo necesita.
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Por: Caly Monteverdi
Conferencista internacional
Comunicador argentino, asesor estratégico y creativo
X – Twitter: @Calytoxxx