Para nadie es un secreto que Colombia tiene una historia de violencia que ha marcado a todos y todas directa o indirectamente, diferentes generaciones se han visto envueltas desde adultos hasta jóvenes, incluyendo a nuestros niños y niñas, a quienes no debería siquiera tocarlos. ¡Qué tristeza me da!
Es increíble ver cómo nos está consumiendo, hemos retrocedido el terreno que se ganó con la firma del Acuerdo de Paz, estamos regresando a esos tiempos de miedo y sangre, en los que el terror se apoderaba de nuestro territorio.
Lo ocurrido en los últimos años en nuestro país ha dejado claro que vamos es pa’ atrás, ni siquiera hemos dado dos pasos adelante por sacar a nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes de las calles, del vicio, de la guerra. Siguen siendo blanco y nada se hace, todo es silencio, todo es quietud.
Esto lo digo porque la primera imagen que se me viene a la cabeza es la del adolescente que disparó múltiples veces contra un candidato presidencial, ahí resignado, tirado en el piso, mirando a la nada, como sin remordimiento, ¿por qué?, si debería estar jugando fútbol en una cancha de arena y su problema debería ser: quién debió ganar el partido, no, por qué atentó contra la vida de un ser y por qué portaba un arma.
Qué sin sabor queda de uno de los países más felices del mundo, estamos nuevamente en medio de la zozobra, polarización e incertidumbre. Vamos caminando sin rumbo, sin saber qué hacer. Pero algo está claro, es momento de que nuestros dirigentes dejen los escritorios, el papel y se pongan bien esos pantalones o faldas para dirigir como se debe.
P.D.: Echar culpas es muy fácil, en eso somos muy buenos, pero considero que ya venimos tocando fondo, tenemos que mirar desde las raíces cuál es el problema y trabajar por nuestros niños, niñas, adolescentes y jóvenes, no en vano son el presente y futuro. ¡Basta ya, no podemos seguir así!
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Por: Daniela Muriel Trujillo