Melodías que tejen la existencia

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En nuestras vidas la música es la banda sonora, es como la metáfora de cada época. Nos transporta a diferentes momentos como una máquina del tiempo. Es esa sensación de eternidad que eleva la existencia y sintoniza los instantes. Es el puente entre nuestro pasado, lo que estamos eligiendo vivir y el destino.

Así como hay personas que se sorprenden por la creatividad que uno como columnista tiene para crear tantos diferentes temas, mis respetos a todo compositor musical. Es una extraordinaria manera de optimizar cualquier situación.

Con el paso de las vivencias, he descubierto y casi se ha confirmado en una teoría personal y no explorada (aclaro que nada científica), afirmando que existe una conexión muy firme pero transparente entre el transcurso de los días, las expectativas que dan forma a nuestros momentos más cruciales y las melodías: nuestra musa inspiradora intangible que teje hilos imperceptibles con cada instante.

Esta alianza, tan magistral como una sinfonía celestial, revela su grandiosidad de manera pasiva pero extraordinaria. Cada compás resuena como un eco en el pasillo del tiempo, transformando los instantes en capítulos inolvidables de nuestra narrativa vital.

Acompaña casi todos nuestros momentos más íntimos y épicos. Su poder radica en transformar instantes ordinarios en memorias extraordinarias, marcando la danza de la vida. Es el lenguaje universal que nos ayuda a vivir. Es una de las pocas cosas capaz de activar múltiples, diferentes y simultáneas áreas de nuestro cerebro asociadas con la emoción, la memoria y la atención.

Platón decía que “La música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo” y ¡cuánta razón tiene en esta creativa comparación! En un mundo con tantos problemas, a lo largo del tiempo se ha convertido en el único milagro confirmado y palpable de nuestra existencia que trasciende fronteras, ideologías, gustos y hasta represiones.

La música ha demostrado tener efectos curativos ya que nos ayuda a conectar mejor y regular nuestras emociones: relaja el corazón, reduce la tensión y aumenta la secreción de endorfinas, un sedante natural.

Y expertos en Psicología y Neurociencia, aseguran que es uno de los factores que más producen placer en las personas puesto que también libera dopamina en el cerebro. Asimismo, como lo hacen las sustancias psicoactivas e incluso la comida. Agrego que cuando es instrumental, sea clásica o no, puede haber sido compuesta por un ruso que hace emocionar a un francés.

Escuchar canciones que nos gustan puede ayudarnos a sentirnos mejor, a reducir el estrés y es una inyección sumamente efectiva para nuestro estado de ánimo. Cada composición puede también ayudarnos a crear nuevos momentos. Puede ser una gran fuente de inspiración si tenemos la predisposición. Puede motivarnos inclusive a realizar actividades, a inventar o crear cosas nuevas y a vivir de una manera más plena. La música es un regalo que nadie está obligado a aceptar, pero todos quieren una vez que lo conocen y lo disfrutan.

Fomenta encuentros y atraviesa casi la totalidad de los ámbitos humanos. Cuando escuchamos algo que nos gusta, el tiempo parece pasar más rápido y de una manera más agradable. La música nos ayuda a olvidarnos de las preocupaciones. Es un lenguaje universal que nos conecta con nosotros mismos y con los demás.

Puedo afirmar que conozco personas que se hacen las fuertes y que lo único que las ha emocionado es la música. Es la motivadora que nos levanta la moral y colabora a darnos una perspectiva más positiva de casi todo. Lo fantástico es que el arte y una de sus predilectas hijas creada por los instrumentos, pinta sus vibrantes paisajes en los lienzos del destino de cada ser vivo.

Podemos ser los directores de nuestra propia orquesta y así, en este intrincado ballet entre el tiempo, las expectativas vitales y la música, descubrimos que la vida no es solo una secuencia, sino una composición maestra en constante evolución. Me acuerdo de una frase que leí que dice: “Lo importante es que suene más fuerte que nuestros problemas”.

Vivamos por ella como nos enseñó Andrea Bocelli, donde nos invita a permitir que nos acompañe siempre, “que apague los momentos de soledad” y esté presente en cada instante que sea posible. Que nos dejemos conquistar y que nos dará la salida. Lo más cierto es que no se puede detener como nos divertía con su canción en los ’70 el grupo norteamericano de Nueva York, Village People.

“La música no se toca”, agregó Alejandro Sanz y supongo que estarás súper de acuerdo en que es imposible no concordar plenamente con él.

Por: Caly Monteverdi 
Twitter @Calytoxxx

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