Cada cuatro años, cuando un presidente de las República se posesiona, empieza con su equipo de gobierno a estructurar ideas para modificar la estructura tributaria del país. Solo encuentran un camino expedito para recaudar recursos frescos que le permitan financiar el Plan Nacional de Desarrollo.
Y no encuentran otras alternativas, que aumentar los impuestos, que se convierten en una verdadera tragedia para las familias colombianas que están padeciendo un verdadero viacrucis por el avance progresivo de su pauperización.
A los miembros del equipo económico del presidente Petro, les incomoda que, desde distintos sectores de la opinión pública, sectores económicos y de la academia, entre otros escenarios, lo critiquen y la rechacen de plano por las implicaciones que tiene contra la producción y el consumo nacional.
Este aumento irresponsable de impuestos, no se compadece con todos los colombianos, si el incremento del salario mínimo apenas alcanza para cubrir el incremento de la tasa de inflación y un nuevo gravamen implicaría una mayor pauperización de las familias colombianas, que se encuentran cansadas de la alta carga tributaria.
Aunque se buscan gravar a los conglomerados económicos del país, de acuerdo con las cifras emanadas del Ministerio de Hacienda, solo 3.000 empresas, que equivalen al 1 por ciento de las personas jurídicas establecidas en Colombia, aportan cerca del 80 por ciento de los ingresos de renta, lo que demuestra la alta tasa de desproporcionalidad. En las anteriores reformas tributarias, es el único agente económico que ha sido beneficiado con altas exenciones. Pero se impusieron otras tasas.
Se deben buscar nuevas alternativas para subsanar este déficit fiscal que presentan las finanzas públicas del gobierno nacional. Hay que adoptar medidas severas para combatir la evasión y la elusión. Inclusive algunos expertos económicos han planteado una idea descabellada para los ortodoxos monetaristas.
¿Porque no se explora la posibilidad de emitir dinero? En otrora, lo han hecho el gobierno de los Estados Unidos y la Unión Europea, con el fin de superar las crisis fiscales profundas que han tenido durante las últimas décadas.
Estas medidas las empezaron adoptar, con el fin de no depender financieramente de la banca China. Lo que debe primar, ante todo, es el bienestar de todas familias colombianas y no ahondar más la tragedia social y económica en que se encuentran sumidas. Igualmente considero que se debe reducir el tamaño del Estado y combatir con decisión la corrupción administrativa.
Para muchos expertos en esta temática, esta reforma ha sido inoportuna, sobre la implicación que genera para los agentes económicos del país. Aunque el costo mayor lo lleva el sector empresarial del país, todos sabemos que dichos incrementos en sus costos de producción necesariamente van a ser trasladados a las familias colombianas, a través de los aumentos de precios en los bienes y servicios que consumen.
El problema parece que será el mismo de siempre: haremos una reforma tributaria sabiendo que, en poco tiempo, será necesario expedir otra. Así sigue Colombia, persiguiéndose la cola, concentrada en sus presentes inmediatos y perdiendo la ambición de futuro.