Las costumbres, como todos los saberes humanos, se construyen en el cerebro, con el transcurrir del tiempo. Tienen un origen, pero también fallecen. Nacen, crecen, se reproducen y mueren. La costumbre de rezar el rosario en el hogar, por ejemplo, tiende a desaparecer, si es que aún pervive en nuestra sociedad.
Alguien en un momento dado de la historia lanzó una idea, e hizo la propuesta a alguien del cómo comprar votos en unas elecciones para escoger alcalde, concejal, diputado, gobernador y/o presidente. Esta pícara idea se expande como mala hierba entre el pensamiento ciudadano. “Ese alcalde roba, pero le da a uno”, dicen muchos que avalan esta mala costumbre.
También hay costumbres infinitas: la de robar de manera “legal”. Por ejemplo, se compra una papeleta de café por mil pesos, pero en la factura dice diez mil pesos.
La deshonestidad, la corrupción, son entre otras, muchas costumbres, mañas y hábitos, paradigmas, esquemas mentales, etc, que perviven en las masas de gente, especialmente en temporadas electorales, donde supervive otra pésima costumbre, principalmente de los candidatos: la de prometer lo que saben que no pueden cumplir. Es decir, la de engañar a sus propios electores.
El “ahora voy yo, y en tres años va usted a la alcaldía”, se volvió un paradigma en muchos territorios. Sucede en mi municipio de Aipe. El sólo hecho de pensar así, confirma que un chip cerebral de una baja consciencia del pueblo reina aún como un paradigma que envilece a nuestra sociedad.
El que cree que así es como van a resolver los problemas apremiantes de la comunidad, está muy equivocado o es cómplice de los males que vive el propio pueblo. Y la prueba de que no funciona, es que las necesidades suben como espuma, las problemáticas comunitarias se multiplican como la pobreza, la inseguridad o el consumo de drogas, las investigaciones judiciales a exalcaldes como pasa en Aipe, mientras el pueblo comienza a ir de mal en peor.
Por esta mala costumbre, el de pensar que “ahora voy yo a la alcaldía y luego va usted, para que haga escuela”, es como están pueblos como el de Aipe. Esa frase nos confiesa a todos que lo importante no es gobernar para el pueblo sino para el propio yo, para la vanidad que obviamente empuja a que se vuelvan corruptos en el poder.
Porque ¿Qué es lo que hacen como alcaldes?, incrementar sus bienes patrimoniales de manera ilegal todo por la vanidad, por tener más cosas que otros, sentirse ricos con bienes conseguidos de manera fraudulenta violando leyes. Por el afán de poseer propiedades que no se van a llevar cuando mueran y que sólo sirven a la justicia cuando les cae, es prueba fehaciente de diversos delitos contra el erario.
Se enriquecen, trafican con los recursos económicos y hay para la liposucción, alcanza y sobra para cambiar de carro a cada rato o comprar fincas y proponer candidatos que sigan con la robadera. Por eso es popular la frase, “usted me tapa, yo le tapo”; y por eso, en la campaña tiran la puerta por la ventana, violando topes de costos de financiación y comprando votos.
¿Hasta cuándo? ¿Desearía votar el 29 de octubre fortaleciendo el paradigma de la corrupción y la deshonestidad? ¿Para alimentarle la vanidad y los egos a quienes hace rato no piensan en el pueblo sino en ellos mismos? O prefiere una verdadera transformación social rompiendo todos estas malas costumbres?
Ya es hora que la comunidad aipuna suba su consciencia de nivel y rompa con estos paradigmas, con este pésimo proceder. Es sabido que varios pueblos lo han logrado en diversos territorios del país.
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Por: Patrocinio Perdomo Soto
Docente. Pedagogo, Folclorista y Gestor cultural de Aipe