A propósito de los comicios de este 29 de octubre, me permití caracterizar ciertos rasgos de los tipos de candidatos y sus electores. Creo que se me quedan varios por fuera. Pero empecemos por los que muchos creen que ya poco a poco pierden vigencia en esta sociedad cambiante, donde la corrupción es el foco de atención, y sus prácticas son cada vez más desenmascaradas.
Como dice el filósofo del pueblo, ‘al final, todo se sabe’, y más ahora en esta época de redes, de infiltraciones, traiciones, espionaje, morbo social, escarnio público, control político conveniente, y todo lo que genere asombro pasajero o permanente, pero que casi siempre es mortal políticamente.
Están los candidatos que tienen la plata y calculan el valor de cada voto a través de “líderes comunitarios”, que mercantilizan su liderazgo y capacidad de convocatoria. Generalmente son los mismos candidatos que tienen investigaciones pendientes o han tenido antecedentes, como fiel reflejo de sus malas acciones precisamente en la política.
También los hay con plata pero sin experiencia y por ello, sin investigación alguna por parte de los organismos de control. A sus electores les gusta el derroche que hacen y se identifican más por la novedad y lo folclórico de sus campañas donde todo es comprable.
Ambos, van por el voto comprado. Y aquí la sociedad está igual de enferma al candidato. Es una sociedad cómplice del delito, proclive a actuar mal siempre, a engañar; les encanta el dinero fácil. Dice la norma que es igual de corrupto tanto el que ofrece como el que recibe.
También hay candidatos con plata, con buena imagen y con experiencia. Además con conocimiento probo de lo público. De esos realmente son muy escasos. Generalmente quien tiene bastante recursos conseguidos producto de otras actividades legales diferentes a la política, no los invierte en este tipo de caminos tortuosos y muchas veces no rentables para ellos.
Están los candidatos que tienen una muy buena imagen, decentes, sin investigaciones, y seducen a través de sus posturas políticas y conocimientos sobre las soluciones a los problemas de la comunidad. Ellos van por el voto de opinión y aquí sus electores son los que leen un poco más, investigan y no tragan entero porque se preocupan por el progreso colectivo, no individual. No osan gastar recursos, porque muchas veces no los tienen, y si los tienen, el derroche puede contradecir sus propias ideas.
Están los ‘buena gente’, que aspiran a llegar con los votos de los amigos; son querendones, bonachones, caen bien y no tienen sino voluntad de participar sin experiencia alguna en política. Ellos van por el voto amistoso y aquí sus electores simplemente son desinteresados, quieren ver bien la ciudad más allá de su beneficio personal. Sólo lo hacen por ver a su amigo en el poder público y porque le ven cualidades.
También hay los que tienen la experiencia electoral, que se han hecho contar, saben de política, pero aún no llegan a cargos de elección popular; son los ‘candidatos eternos’, que no tienen investigación alguna pendiente con las autoridades. Aquí sus seguidores valoran su insistencia. Tienen un voto de opinión que se identifica con sus causas y a cualquier momento pueden crecer.
También están los que tienen experiencia electoral y quieren repetir, sin haber hecho grandes logros en política. Están casi que listos a negociar a sus electores porque saben que su cinismo será castigado en las urnas. Los que repiten les sale caro o peor aún, se queman.
También existen los que tienen experiencia electoral y quieren repetir, con grandes logros en política. Su nueva oportunidad está garantizada si ha hecho buena propaganda a sus acciones.
Encontramos también los candidatos investigados, y además con pocos recursos. Tienen experiencia electoral o de ocupación en cargos públicos y abusan del “soy inocente hasta que se compruebe lo contrario”; hacen campaña teniendo cuidado de no tocar los temas que se relacionan con su imputación de cargos ante los órganos de control. Sus electores son cómplices directos, y el fracaso los espera siempre.
Está el candidato del pueblo, que tiene arraigo popular, que se identifica con lo que le gusta a la gente de a pie. Generalmente abanderan temas muy de la comunidad, y la lucha de clases son lo suyo. Sus electores lo ven como uno de ellos que merece también gobernar. Los hay con hoja de vida limpia y los hay con investigaciones o antecedentes.
Está el candidato erudito, que se expresa muy bien, sabe de lo público, a veces pone a filosofar a muchos, y sus electores se identifican por su visión romántica de la política y del deber ser. Los hay con y sin experiencia en lo público. Buscan el voto de opinión.
Están los candidatos marcados por cristos fuertes. Andar con una cruz pesada debido a malas decisiones del pasado que afectaron a mucha gente, los deja identificados ante la comunidad y pierden constantemente en las urnas. También los hay marcados por buenas causas sociales pero la falta de recursos y de experiencia en lo público, no los hace elegibles.
Aparece también el candidato temático, que por liderar o haber liderado un tema en especial, la comunidad lo aprecia y lo ven como opcionado creyendo que hará lo mismo en otros asuntos públicos.
Está por supuesto el candidato de las redes sociales y que debido a sus espacios y contenidos digitales, tienen muchos seguidores y todo lo que opine o diga, tiene asegurado muchos likes que quiere convertir en votos. Sus electores son simplemente obedientes.
Muy de moda, están los candidatos de ciertas causas o sectores sociales. Aspiran porque saben que tienen un liderazgo en parte de la población y si ese sector tiene vigencia social, lucha por derechos, o hace parte de la agenda pública nacional o local, despiertan solidaridad con sus simpatizantes, que son sus electores.
No podemos dejar por fuera al candidato maquinaria que tiene el apoyo del gobierno de turno, y aparentemente tiene una ventaja, pero casi todas las veces pierde debido al desgaste de la administración presente. Dependen de la imagen del gobernante en ejercicio.
Sus electores son los que aprecian las acciones de gobierno del mandatario vigente. Les toca trabajar más duro, y si tienen experiencia o antecedentes políticos, saber vender ese rico conocimiento es la clave. Los que no tienen ese bagaje sencillamente tienen muy poca opción; su amigo y mandatario presente no hará la magia.
Al igual que sus electores, todos estos tipos de candidatos expuestos aquí, pueden ser muy cuestionados o muy honestos, rasgos que se reflejan no sólo por sus investigaciones, o lo contrario, por la hoja de vida limpia que tengan, y que cualquiera puede percibir ante los órganos judiciales y de control, sino también por su trato con la gente.
Todos tienen opción dependiendo de la sociedad, la cultura electoral que predomina en las ciudades y el contexto social reinante. Si bien en política casi todo lo traspasa el interés personal, el beneficio egoísta, el voto comprado, también es cierto que la sociedad de la protesta, del revolcón, del cambio, del juego limpio, que da la cara sin vergüenza alguna, se hace presente en estas justas electorales. ¿Con qué tipo de candidato y elector se identifica usted?
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Por: John Hammer León Cuéllar
Twitter: @JohnHammerleon