Lo confieso: quisieron decepcionarme

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Cada vez que abro redes sociales, siento que alguien —o algo— intenta decepcionarme o aportar negatividad. Ya son muchas décadas donde el amarillismo está de moda. Suelen mostrar lo peor, y el algoritmo es adicto a eso: corrupción, guerras, estafas creativas pero dañinas, intolerancia e indiferencia.

Me empujan a creer que el ser humano está perdido. Que ya no hay esperanza, ni ética, ni bondad. Que todo está podrido y lo sensato es rendirse al cinismo. Que lo bueno está en extinción y nos hemos habituado a consumir mensajes agresivos o vacíos.

¿Sabés qué? Quisieron, quieren, pero no pudieron. No pudieron porque también me permito ver otras cosas. A veces pequeñas, casi invisibles. Un gesto de compasión en medio del caos. Una idea brillante en una mente joven que sobrevive a lo tóxico. Un maestro que aún cree. Un niño que todavía sueña y nos hace reír con sus locuras sanas. Un científico que cura sin reconocimiento, pero AHÍ ESTÁ. Artistas que conmueven con su originalidad por todas partes. Un ciudadano que, sin aplausos, actúa con principios.

Quisieron decepcionarme, pero recordé lo que somos capaces de crear cuando no nos dejamos arrastrar por la inercia del odio. Pensé en las veces que vencimos lo imposible. En las catedrales que levantamos sin grúas. En los poemas que seguimos escribiendo con el alma. En los puentes —físicos y emocionales— que nos unen.

¿Sabías que tu cerebro puede hacer un cuatrillón de operaciones por segundo? ¿O que logramos descifrar los más de 3.000 millones de letras del genoma humano y hoy diseñamos tratamientos a medida? ¡Que en 2023 descubrimos más de 800 nuevas especies! Que el 80% del fondo oceánico sigue siendo un misterio. Que aún existen tribus sin contacto con el exterior. Y que la Tierra —y la Amazonía— guardan secretos que ni la tecnología más avanzada ha logrado revelar.

Sí, también somos eso: exploradores asombrados. La única especie capaz de escribir una sinfonía… y al mismo tiempo evitar la extinción de otra. Estático y tóxico es quien elige serlo.

En 1900, el conocimiento humano se duplicaba cada 100 años. Hoy, cada 12 horas. Porque el saber ya no es exclusivo: es colectivo, compartido, amplificado por millones de mentes que aún quieren entender, sanar y construir. Plataformas como YouTube —y muchas más— permiten evolucionar sin costo.

La humanidad no es decadente. Es compleja, sí. Contradictoria, también. Pero profundamente creativa. Esa ha sido siempre nuestra forma más pura de resistir, reinventarnos y regalarnos lo mejor entre nosotros. Por eso la literatura, como decía Vargas Llosa, es imprescindible para que la civilización conserve “lo mejor de lo humano”.

Insisto: no me decepcionaron. Al contrario. Me dieron más razones para admirar a quienes, a pesar de todo, siguen siendo LUZ. Los que no se rinden. Los que piensan, sienten y actúan con coherencia. Los que hacen el bien sin que nadie los obligue.

Estamos entrando en una era donde la genialidad no se mide solo por lo que sabe una persona, sino por lo que puede lograr una comunidad conectada, creativa y comprometida. Me niego a creer que nacimos para destruirnos.

Si después de leer esto seguís pensando solo en extinción, odio y caos, quizás el problema no está en el mundo. Quizás el problema sos vos. Te invito a releerme… y a reinventar tu actitud.

Por: Caly Monteverdi
Conferencista internacional

Comunicador argentino, asesor estratégico y creativo
X – Twitter: @Calytoxxx

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