“Política”. Esa es una palabra que muchos temen: la ven aburrida, inútil y corrupta. La política es una parte esencial de nuestra vida cotidiana y puede influir en todo en nuestro mundo. Por supuesto, la palabra política puede significar diferentes cosas para cada persona. Si usted es como la mayoría de las personas, puede pensar que la política se trata de quién gobierna el país o quién es electo presidente.
Pero la política no se trata solo de lo que sucede en su país, o en las reuniones de campaña; también se trata de cómo se utiliza el poder y la influencia para dar forma a nuestras comunidades y cómo interactuamos entre nosotros todos los días.
Se denomina política a la forma ideológica que centra el poder a un grupo de personas que lideran y velan por las garantías de una población, en otras palabras, es la actividad de administración u organización de lo referido a una sociedad o región por parte de aquellos que gobiernan, como también la vinculación y relación entre diferentes regiones para el desarrollo de las poblaciones.
El término política se remonta al siglo V a.C. cuando Aristóteles desarrolló una obra que la tituló «Política», la cual fundamentó los principios de lo que actualmente es Administración de poder. Se puede decir que el término política, refiere a una manera de ejercer el poder y lograr mediar las diferencias que se presentan entre las partes, con lo relacionado a intereses sociales en particular.
Necesitamos a los políticos porque a veces las leyes no bastan; a veces sobran, pero, en cualquier caso, el trabajo de los políticos no es solo legislar. La política es uno de los aspectos más importantes de nuestras vidas. Puede afectar cada decisión que tomamos y tiene un gran impacto en nuestra vida diaria. Con el tiempo, ha crecido una crisis de representación.
Las sociedades que han cambiado radicalmente la forma en que se conectan, consumen e informan deben elegir entre líderes políticos que siguen tratando de replicar fórmulas obsoletas y líderes emergentes que no están preparados o son oportunistas, aprovechando el resentimiento y el desencanto de la gente.
El resentimiento y el desencanto exacerban el problema, ya que muchos ven a los líderes políticos, en el mejor de los casos, como un grupo privilegiado incapaz de resolver problemas y, en el peor, como individuos corruptos que se aprovechan y abusan del poder. Entonces, cualquier remuneración va a ser demasiado alta, cualquier ocio va a ser visto como superfluo, cualquier debilidad como incapacidad. Es un modelo destinado al fracaso porque nada bueno puede salir de esa dinámica.
La crisis de representación política no es un problema de demanda, entendida como lo que los ciudadanos esperan de los líderes, sino un problema derivado de las dificultades de los líderes. Por eso debemos repensar el modelo de liderazgo, necesitamos preparar a nuestros políticos no solo en valores éticos, morales y en capacidades de gestión, sino también en la comprensión del mundo.
También debemos ayudarlos a conocerse plenamente a sí mismos; cuidar de sí mismos; y prepararse mental, emocional y físicamente para la exigente tarea de gobernar sin perder el contacto con su humanidad.
En este contexto de volatilidad, incertidumbre y complejidad, debemos mirar la dimensión humana, viendo la empatía y el vínculo afectivo con la población como condición básica y necesaria. Eso requiere alejarse de los modelos de liderazgo caudillista, mesiánico, carismático o tecnocrático.
La conciencia de humanidad y la conexión con los demás es un camino que ayuda a prevenir los males del abuso de poder o los malos gobernantes. En la antigua Roma, los césares tenían un esclavo cuya tarea era susurrarles al oído que eran mortales. Desde la existencia del hombre, se ha vislumbrado cómo el poder impacta al individuo, cómo prevenir la locura del poder y cómo asegurar buenos gobernantes.
Deberíamos pensar en una dimensión más colectiva y grupal del liderazgo, entendiendo que no debemos esperar que una sola persona gestione con eficacia tanta complejidad. Debemos mirar los modelos de grupos, equipos, donde hay alguien que lidera más como un coordinador de un equipo, no como un líder mesiánico.
Este modelo de liderazgo puede llevarnos a un avance en pensar formas en que la oferta política electoral descanse no en una sola persona, sino en equipos que pongan el trabajo compartido como valor ante la sociedad.
El liderazgo debe ser más humano, más colaborativo, más grupal, más conectado con las emociones y más humilde para ser efectivo. Para que el liderazgo sea más efectivo, debemos crear estructuras profesionales dedicadas a capacitar, apoyar y cuidar a los líderes políticos.
Aunque parezca increíble, hoy en día no hay nada que se asemeje a una estructura tan profesional. La crisis de los partidos políticos dejó vacante ese puesto. También carecemos de plena conciencia de las altísimas exigencias físicas, mentales y emocionales que tiene la actividad política.
La política se trata de transparencia: ser abierto y honesto sobre tus acciones y decisiones. Esto puede ser difícil, especialmente cuando se trata de temas delicados o de las emociones de las personas. Pero para tomar buenas decisiones, es importante comprender la totalidad de las circunstancias.
Cuando hablamos de transparencia en la política, queremos decir que todos los involucrados, desde los votantes hasta los funcionarios electos, pueden ver lo que sucede detrás de escena en la toma de decisiones del gobierno. La transparencia permite a los ciudadanos comprender mejor cómo actúan sus representantes en su nombre. También aprenden quién fue responsable de ciertos resultados cuando no están satisfechos con esos resultados.
Cuando trabajamos juntos por el bien común, podemos resolver problemas que serían imposibles de resolver solos. Las personas que no entienden de política a veces piensan que la política se trata de tener poder sobre otras personas, quitarles sus derechos para que puedas obtener lo que quieres a expensas de los demás. ¡Pero eso no es cierto!
La política no es solo obtener lo que quieres a cualquier costo, es tratar a todas las personas de manera justa, con amabilidad, consideración y respeto. Necesitamos volver a las ‘demos’, a la democracia.
¡Involúcrese en la política!
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Por: María Fernanda Plazas Bravo
Twitter: @mafeplazasbravo