En Corinto, un programa busca cambiar cómo las mujeres viven y trabajan, para así sacar adelante a sus familias mediante el empoderamiento y emprendimientos para erradicar el trabajo infantil.
El municipio de Corinto es una zona que comprende desde ecosistemas de páramos hasta las regiones planas a 1000 msnm. Situado en el extremo norte del departamento del Cauca en Colombia, la región alberga a alrededor de 17 mil personas que viven en las zonas rurales cuyas principales oportunidades de empleo son agroindustriales, aunque no crecen tanto como la población local.
En este escenario, sostener a una familia, crecer y desarrollarse resulta un reto especialmente financiero. Este es uno de los factores que explican por qué parte de la población se dedica a actividades ilegales como el robo de caña de azúcar. Quienes acarrean el producto son los principales involucrados en esta práctica y se hace de forma familiar, incluyendo a mujeres y niños menores de edad que en ocasiones dejan la escuela para obtener recursos financieros de esta forma.
Con el fin de cambiar esto, la Asociación de Cultivadores de Caña de Azúcar de Colombia, Asocaña, y la Fundación Coca-Cola se unieron para hacer un cambio en las vidas de estas familias. Mediante el proyecto de fortalecimiento de capacidades técnicas, organizativas y psicosociales, buscaron contribuir en la reducción de la pobreza rural al mejorar sus habilidades y conocimiento con los que mejorarían sus ingresos y desvincular a niños y niñas del trabajo infantil.
Durante 12 meses se le brindó entrenamiento a través de talleres, entrevistas y visitas domiciliarias a 50 familias acarreadoras involucradas en el robo de caña de azúcar, 200 miembros de ellas, 50 mujeres rurales que complementaban sus actividades de acarreadoras con actividades de agricultura y servicios de producción.
En medio de esto descubrimos que el trabajo infantil es un resultado de factores familiares, sociales y económicos que hacen que las familias den trabajos peligrosos para la salud y el desarrollo de los niños. Al involucrar a la familia en el contexto y diversificar ingresos, fue posible mejorar la situación de los niños, mejorar sus condiciones, proteger sus ambientes y garantizar sus derechos.
Por otro lado, encontramos que en la región la educación de las mujeres es menor en general comparado con los hombres y por lo tanto era necesario trabajar con este grupo para mejorar la equidad.
Para lograrlo realizamos talleres en donde las personas trabajaban de manera cooperativa aprendiendo de las funciones de los demás. Entre los temas se trató el género y la mujer rural, ideas de negocio y asociación, ética, valores, derechos y trabajo infantil y las iniciativas productivas.
Después de los 12 meses de talleres y el seguimiento adecuado, 8 de cada 10 mujeres mostraba prácticas que favorecen la actitud, conocimiento y capacidades para el fortalecimiento del desarrollo de proyectos productivos y prevenir el trabajo infantil.
En cuanto al conocimiento, el 92% mejoró sus cualidades de manera general, tenían conceptos correctos de trabajo infantil y la manera de gestionar sus proyectos sustantivamente.
Fortaleciéndolas pudimos lograr que las mujeres de Corinto obtuvieran ingresos diversificados y permanentes, lo que contribuye a la sostenibilidad de su familia. Los niños tienen menos posibilidades de ser enviados a trabajar debido a la nueva situación financiera y cada mujer es clave para poder propagar los conocimientos entre sus conocidos.
Con educación pudimos realizar todos estos cambios, pero aún queda mucho más por hacer.