El pasado jueves 23 de junio Colombia recibió la noticia más esperada durante 4 años; el cese bilateral del fuego, entre el estado colombiano y la guerrilla más vieja del mundo, las Farc.
Por encima de toda clase de estigmatizaciones y desinformación de los contradictores del proceso de paz que hace curso en la Habana; con el acompañamiento de la comunidad internacional y de cara al mundo, el gobierno de Colombia liderado por el presidente Juan Manuel Santos y el máximo jefe de las Farc, Timoleón Jiménez, conocido como “Timochenco”, firmaron el punto 3 de la agenda para la paz, que no es otra cosa que el silencio de los fusiles y el punto final de una guerra de más de 50 años, entre la insurgencia de las Farc y el estado colombiano.
Han sido 4 años de larga espera, con unos contradictores con mucho dinero y mucho poder. Con unos medios de comunicación, que si bien registran lo bueno, también abren sus puertas a la información perversa.
A juicio de los expertos históricamente este es el acuerdo más perfecto que se haya realizado en el mundo, entre una fuerza armada insurgente y un estado con características como el nuestro. Ello se deriva de la serie de personalidades y organizaciones internacionales que acompañaron, asesoraron, consultaron y diseñaron las estrategias que condujeron a la firma de los 3 puntos claves de la negociación, que hoy abren la puerta principal hacia el logro de una paz duradera y sostenible para todo el pueblo colombiano y para sus nuevas generaciones.
Colombia está literalmente dividida por cuanta del sí y el no a la paz, pero no en partes iguales. La inmensa mayoría de los colombianos y colombianas, estamos con la paz, frente a una minoría que apuesta a la guerra; pues al concretarse la paz con la insurgencia, sus intereses económicos y políticos se verán seriamente afectados.
Santos reelegido con la bandera de la paz, se la juega con todo por lograrla. Uribe y el procurador de la nación, apuestan al fracaso del proceso de paz para mantenerse en el escenario de la política, pues al ocurrir lo contrario se acabara su discurso, y su bandera se caerá. Y lo mismo le podría suceder a Santos, sí el proceso de paz fracasara. La paz no está herida. Está herida la intolerancia de la extrema derecha.
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Por: Miguel Rodríguez Hortúa – miguel.rh12@hotmail.com