“La historia se escribe no como comedia sino como tragedia” es una de esas frases que con alguna frecuencia se escucha en las tertulias en las que se debate sobre los acontecimientos del momento de la sociedad en la que se habita. Por supuesto se refiere a la similitud de acontecimientos del pasado que se cree no volverán a ocurrir pero que inevitablemente se repiten como una caricatura.
Aquí queremos referirnos a la papeleta que de manera espuria empleó el gobierno de Cesar Gaviria para armar la Asamblea Constituyente que elaboró la Constitución del 91 y que ahora de nuevo pretende utilizar el agónico gobierno denominado del “cambio”. Así como se validó una papeleta en las elecciones presidenciales de marras, el gobierno Petro propone de igual manera hacer en las elecciones del año próximo.
Por supuesto conocedor de la ilegalidad de la maniobra, el expresidente liberal ahora si salta a la controversia porque quienes la procuran podrían alterar el statu quo que le conviene, así como él lo hizo en el pasado entronizando un marco legal que permitió la aplicación sin contemplaciones de las políticas neoliberales, entre otras la ley 100 de salud, la ley 142 de privatización de servicios públicos, la pérdida del control de la política monetaria y cambiaria y otras, todas en complicidad con los constituyentes del M-19.
El balance de 34 años de la nueva constitución no puede ser más precario, la constitución garantista únicamente garantiza la pobreza de las mayorías y la prometida descentralización solo fue de obligaciones para alicaídos territorios que ruegan en palacio por recursos para medio atender sus crecientes responsabilidades.
Las privatizaciones que anunciaron la redención de servicios esenciales como salud, agua potable, energía y educación solo los vuelven más costosos para los usuarios y un negocio para los inversionistas, con las limitaciones propias de un país que no desarrolla su economía y por el contrario todos los días ve desaparecer empresas que algún día contribuyeron al empleo y la generación de riqueza.
Así como en el pasado hubo quienes creían que el eje del universo era la tierra hoy hay quienes creen que todo gira solo a su alrededor. El universo no tiene un centro, pero hay quienes se consideran el centro de todo.
La realidad, sin embargo, no siempre responde a sus ambiciones. Quienes pretenden figurar en la historia tendrán que trascender los tiempos con hechos y obras que resuelvan las necesidades y carencias de la gente, no agravarlas como lastimosamente se observa todos los días.
Las promesas de siempre, las de los de antes y las de los de ahora, no se cumplen, por el contrario, entre ambos extremos han levantado un monstruo, que conduce a la disolución, a la fragmentación, la violencia y los negocios ilícitos campeando por doquier, incluido el sangrado del erario que no cesa y el endeudamiento superlativo con las sanguijuelas de la banca internacional.
Quienes pregonaron a los cuatro vientos el advenimiento de una nueva realidad, tan solo lograron validar su naturaleza depredadora, igual o peor que la manifiesta por la hegemonía bipartidista del pasado. Es hora que los colombianos presentemos la cuenta de cobro a quienes nos han entrampado.
Las campanas se agitan en todos los rincones del planeta, hasta el gigante del norte vive su propio Deja Vu, inexorablemente los cimientos de un mundo que se descompone aceleradamente hará responder a quienes lo han convertido en un infierno para las mayorías. No será la primera vez.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com
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