Descendiente avergonzado: un llamado a Europa

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Nací en uno de los países latinoamericanos que más inmigrantes ha recibido en toda su historia. Nunca se ha desarrollado ninguna política que discriminara al visitante, jamás se ha desarrollado desde el estado ninguna ideología que rechazara al que se escapaba de su realidad o simplemente pensaba que en nuestro país podía vivir mejor.

Quiero abrir un espacio de reflexión porque es muy decepcionante ver la realidad del mundo, con tantos blablableros que se creen salvadores del universo sin haber concretado absolutamente nada acá, y aumentando desigualdades y pobreza humana.

¡Me siento orgulloso de pertenecer y haber nacido en Argentina! ¡Un país ejemplo de puertas abiertas al extranjero, sin imponer grandes tasas ni exigir demasiado y otorgando casi todos los derechos! Muy pocos países se pueden comparar con la apertura del mío.

¡Qué triste ver la ingratitud en estas últimas décadas, principalmente de Europa, de olvidarse del mayor anfitrión de sus ciudadanos en las peores épocas de la humanidad y estar maltratándolos por hacer lo mismo mucho tiempo después!

Como argentino descendiente de italianos, soy testigo viviente de lo que significó para mis abuelos y millones de inmigrantes europeos, llegar a tierras como la fraterna y solidaria Argentina, un país que se ha nutrido de sueños, esperanzas y manos trabajadoras desde el siglo XIX.

Mi historia es solo una entre las incontables de aquellos que encontraron refugio en un país que los acogió con los brazos abiertos. Sin embargo, mirando hacia la Europa actual, no puedo evitar una profunda reflexión: ¿Dónde quedó la gratitud hacia esos pueblos que alguna vez acogieron a sus hijos?

Argentina, esa nación de nuevas oportunidades para tantos, fue forjada por una gigantesca mezcla de culturas y el espíritu resiliente de aquellos que llegaron en busca de una vida mejor. Durante los tiempos de guerra y pobreza en Europa, muchísimos italianos, miles de españoles, y otros europeos fueron recibidos sin restricciones, agredidos por el lugar donde nacieron, y contribuyeron a construir un país donde hoy todos, de alguna manera, somos herederos de esa extraordinaria diversidad que nos hace tan particulares, amados u odiados.

Según estadísticas históricas, desde el siglo XIX y especialmente durante la gran ola migratoria entre 1880 y 1930, Argentina recibió ¡a más de 6 millones de inmigrantes! Esta cifra no solo habla de números, sino de vidas transformadas, de esfuerzos conjuntos por construir una sociedad más próspera.

Y en la actualidad, ya no solo Europa dejó su huella en ese refugio amplio del cono sur llamado Argentina. Nuestros hermanos de Bolivia, Paraguay, Uruguay y hasta Perú y últimamente venezolanos también fueron encontrando en la tierra de Maradona, Messi y el papa Francisco, un espacio de posibilidades, Hubo colombianos que, escapando de la violencia o buscando una verdadera educación superior gratuita y de calidad, fueron a vivir de los beneficios de mí país, con récord histórico alcanzado en el censo de 2022.

¿Por qué negar esa misma oportunidad a otros? El espejo roto de la historia y el presente egoísta europeo me llena de mucha tristeza al ver que las políticas de muchos (y más post pandemia), parecen haber olvidado ese pasado fácilmente.

Nada justifica la falta de humanidad. Europa, que otrora pidió récord guiness de ayuda al mundo, especialmente a nosotros los latinoamericanos, ahora niega esa misma ayuda a quienes viajan con el mismo anhelo de vivir en paz y prosperar. Un llamado urgente a la empatía y a la responsabilidad compartida.

En pleno siglo XXI, tenemos la responsabilidad de recordar las lecciones de la historia y actuar con mayor humildad y humanidad. Las nuevas políticas cerradas en Europa no solo son egoístas, sino que ignoran una verdad fundamental: todos somos parte de un tejido humano que trasciende fronteras.

Lo que se nos dio en el pasado debe ser también ofrecido hoy, para no caer en la trampa del olvido y la deshumanización. Ser amplios no significa ser permisivos ni extremistas prejuiciosos. El respeto a la ley DEBE ser la norma de convivencia.

Europa tiene una incalculable deuda con su pasado migratorio, y está a tiempo de saldarla. Al igual que mis antepasados encontraron en Argentina un nuevo hogar, millones de personas hoy buscan en Europa esa misma oportunidad. La gratitud no es solo una emoción, sino una responsabilidad ética que debemos honrar. Es hora de que Europa lo recuerde y actúe en consecuencia.

Por: Caly Monteverdi 
Twitter @Calytoxxx

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