Parece magia ¿o no? Google y las redes sociales saben casi a la perfección lo que te gusta. Nos están robando información y ya nos conocen antes de que nos presentemos.
Te muestran lo que tienes ganas de ver. Elige lo que sabe que te va a emocionar o hacerte quedar con la mirada en la pantalla. Ese poder por sobre los seres humanos de cualquier edad, estrato social, nivel educativo, ropa que tenga puesta y dinero en el bolsillo se llama Algoritmo.
Es revolucionario e increíble como a través de un conjunto de normas de programación y técnicas matemáticas, logran acaparar nuestra atención y hacernos perder valioso tiempo. Ahora le llaman “personalización” pero realmente los criterios que selecciona por anécdotas recientes, asustan. Recordemos que detrás de todo esto está la también sorprendente Inteligencia Artificial que parece que de a poco todo lo puede y no deja de impactarnos.
Aunque no es un secreto como la receta de la Coca-Cola, muchas empresas guardan cierta cantidad de detalles sobre sus algoritmos como propiedad intelectual. A lo largo de los años, se ha ido obteniendo cierta información sobre cómo funcionan estos algoritmos a través de investigaciones y divulgaciones de las propias empresas, pero como esta fórmula se actualiza cada cierto tiempo, evolucionan y toda información obtenida puede mañana ser antigua y perder valor.
Los algoritmos de redes sociales generalmente incluyen tres componentes claves: el primero el de la clasificación donde determina qué publicaciones se mostrarán en el feed de un usuario y en qué orden. Después está el filtrado que discrimina el contenido no deseado o inapropiado.
Y aunque no queramos, tiene más influencia que nuestros parientes, ya sea madre en los niños y adolescentes como en las parejas de los adultos y el factor recomendación desde donde sugiere contenido nuevo que podría interesarnos así, disimuladamente y cada tanto después de saciarnos de lo que sabe que nos deleita ver.
Quedan 40 días para las elecciones regionales y les puedo asegurar que el algoritmo es eficiente y con mucho menos dinero de lo que vale una publicidad en los medios tradicionales puede hacer milagros.
Si un candidato te cae bien, no creas tan fácilmente en información falsa que se publica desde fuentes no confiables, recién creadas o que tienen muchos seguidores pero poco movimiento. Ellos especulan con tu distracción para generarte dudas sin respeto.
Es que si a alguien le gusta el fútbol, si le apasiona ver carros o carreras, o simplemente se divierte por como la pasó mal un político en un debate, es más si odia, si alguien discrimina, si prefiere ver cómo le sacan el pus de un acné, seguramente al ver un video completo le comenzará a mostrar más y más.
Es imparable como el algoritmo potencia lo que elegimos hasta dejar de mostrarnos otras cosas que pudieran ampliarnos el espectro, aportarnos conocimiento o simplemente hacernos aprender. Es autoritario a partir de nuestras elecciones, siempre recordemos eso, nos va probando y nos pone delante de los ojos lo que ya entendió que nos encanta.
Miren si no en los restaurantes, hasta los abuelos esperan la comida usando tick tock que le ha ganado a las novelas, porque es tan perfecto que con un dedito nos muestra lo que tenemos ganas de ver. No hay que esperar como en la televisión las publicidades. Esto tiene implicaciones mucho más trascendentales.
Aclarando que no depende de si le damos me gusta o si lo compartimos, el solo hecho de ponerle la mirada durante toda la extensión del video, ¡ZAS! Ya otorgamos todos los datos que el algoritmo necesitaba para atraparnos. Y si le sumamos lo anteriormente señalado de que si pagamos el algoritmo se potencia, hay que abrir los ojos. El mismo no nos subestima sino que tiene reglas que pueden confundirnos por distracción.
De nada sirve que a esta altura te niegues y quieras sentirte un rebelde reaccionario que hace solo lo que le gusta sin influencias, no tiene sentido. Queriendo evitar la mala prensa que cada vez más obtiene esta fórmula, han ido publicando cositas acerca del algoritmo, pero es claro que aún nos esconden demasiado.
Lo que está preocupando a las personas encargadas de controlar estas cosas, ya sea estatales o privados es lo que denominan la “burbuja de filtro” expresión acuñada por el ciberactivista Eli Pariser en su libro “The filter bubble”, un problema importante en los algoritmos de redes sociales que es el sesgo algorítmico, los usuarios suelen quedar atrapados en una burbuja de información, en un ciclo de contenido que refuerza sus opiniones existentes y limita su exposición a perspectivas diversas.
Conocemos el ejemplo de Trump y cómo aprovechó la influencia algorítmica para mostrar lo que él pretendía en su estrategia electoral. Y es muy efectivo en este sentido: acaban por polarizar la sociedad.
Si hay algo que une a todo el mundo en este momento es la injusticia algorítmica. En todas partes es igual, discrimina a su gusto y potencia todo lo que no debería. Genera odios y amores, subraya diferencias, motiva agresiones. Pero dejemos algo en claro, no hay aún un algoritmo que nos obligue a hacer cosas o que nos hipnotice, depende de nosotros darle más poder del que ya tiene.
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Por: Caly Monteverdi
Twitter @Calytoxxx