Carroñeros del poder: el oportunismo político ante la tragedia

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El atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay, más allá de su gravedad como hecho criminal, ha puesto en evidencia la podredumbre ética de muchos sectores políticos en Colombia.

Aún con la sangre caliente y la confusión de los hechos, algunos no tardaron ni una hora en instrumentalizar la tragedia para echar leña al fuego de sus propias agendas. El ataque, dejó una oportunidad perfecta para que los políticos de todos los colores sacaran provecho, como buitres que sobrevuelan la escena aún humeante.

No hubo duelo ni prudencia. No hubo respeto por el miedo de la familia,hubo en cambio, tuits calculados, entrevistas a quemarropa, declaraciones que buscaban titulares, no justicia. La política colombiana ha tocado fondo —otra vez— al exhibir una actitud carroñera, inmisericorde, cínica. La tragedia dejó de ser tragedia para convertirse en insumo de propaganda, en carnada para alimentar el ego y el algoritmo.

Es difícil no sentir tristeza —rabia también— al ver cómo el dolor ajeno se convierte en combustible para la mezquindad. ¿Dónde quedó la empatía? ¿Dónde el sentido mínimo de humanidad? Los discursos de quienes pretendieron “condenar el hecho” estaban más interesados en señalar culpables políticos que en mostrar solidaridad.

Cada palabra parecía ensayada, diseñada no para acompañar a la víctima sino para posicionar narrativas. Algunos, incluso, lo usaron para alimentar teorías conspirativas. El atentado no fue un motivo de unión, fue una excusa más para dividir.

Lo verdaderamente alarmante no es solo la falta de compasión, sino la naturalización de este comportamiento. Ya no sorprende que frente a una muerte, un atentado, una tragedia, los políticos corran no a ofrecer consuelo, sino a buscar cámara. Se han deshumanizado tanto que parecen haber olvidado que detrás de los titulares hay familias que tiemblan, hijos que preguntan, corazones que colapsan.

La política no debería ser un espectáculo de canibalismo emocional. No todo vale. No todo se justifica en nombre del poder o la visibilidad. Los ciudadanos también estamos cansados de esta forma de hacer política basada en la reacción impulsiva, la manipulación de la emoción y el aprovechamiento del miedo. Necesitamos líderes que actúen con sensatez, que ante la violencia respondan con serenidad y compromiso, no con oportunismo.

Lo que ocurrió con Miguel Uribe debió ser un llamado a la sensatez. Una oportunidad para reflexionar sobre el nivel de polarización que estamos alimentando. Pero no. La escena se llenó de buitres disfrazados de patriotas, que vieron en el humo del atentado la oportunidad de brillar unos segundos más.

Esa es la verdadera tragedia. Que incluso ante el abismo, nuestra clase política no se detiene a mirar al otro como ser humano. Solo ve el cálculo, la cifra, la oportunidad. Y así no hay nación que aguante.

Por: Adonis Tupac Ramírez Cuéllar – adonistupac@gmail.com
X: @saludempatica

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