Este es un año que será marcado por la política, por la presencia de aspirantes y candidatos a alcaldías, gobernaciones, concejos y asambleas en todo el país.
El próximo 29 de octubre de 2023, los colombianos elegiremos 1.123 alcaldes, 32 gobernadores, 12.166 concejales y cerca de 418 diputados. En el Huila tendríamos la elección de 1 gobernador, 37 alcaldes, 419 concejales, 234 JAL (Neiva y Pitalito) y 12 diputados.
La visión que tienen muchas familias, votantes y ciudadanos, es que volverán de nuevo los acercamientos, las visitas a las casas, las reuniones privadas y públicas, los saludos, las promesas, las apariciones en redes y en la prensa, los eventos y demás. Es común escuchar a los niños, decir “mami, ahí vienen los políticos”, en esos encuentros. Y de hecho ya está ocurriendo.
A mi modo de ver, existen dos tendencias de preferencia electoral que se relacionan en cierto grado en cómo le vaya a Petro en su gobierno:
Se encuentra la conquista del Pacto Histórico en varias regiones del país que se fortalecerá si Petro logra cumplir parte de lo pactado en sus propuestas consignadas hoy en el Plan Nacional de Desarrollo.
Aquí hay que decir que muchos de los que dicen ser de este movimiento político o de partidos de su alianza, no inspiran en nada ese cambio propuesto por el hoy Presidente de la República, debido a sus investigaciones en contra que les llevan los organismos de control, sus malas actuaciones, o a lo mal rodeados que se encuentran, especialmente cuando abanderan o defienden a políticos muy cuestionados.
También tenemos la tendencia reaccionaria, no menos importante, de sectores políticos distintos al PH, incluyendo al alicaído Centro Democrático, quienes ahondarán en el peligro de las libertades y de la economía, propias de la imagen que ellos mismos venden de un gobierno de izquierda.
Podría mencionarse una tercera tendencia, y es la de los movimientos independientes que logren atraer todo tipo de vertientes, lo que llaman listas salpicón, (o por firmas), muy útil en los últimos años debido al desgaste de los partidos políticos tradicionales.
Aquí, muchas veces buscan sumar de todo lado, más que construir una propuesta colectiva seria que indague en problemas y soluciones de las comunidades. Por supuesto hay excepciones.
En todo caso, hay un público electoral que los está mirando, los analiza, escucha, lee, observa, siente y toma sencillamente dos decisiones: votarles o no. Parte del éxito en la conquista del voto, pasa mucho por la capacidad que tengan los candidatos y aspirantes de lograr interpretar bien las comunidades electorales de hoy.
Es inaudito pensar que estas comunidades sean las mismas que se dejan comprar sin contemplaciones. Aún recuerdo cómo le sirvió a Petro cuando los invitaba a recibir dádivas si les ofrecían otros candidatos, pero que le votaran a él. El mensaje caló fuerte sobre todo porque es creciente el deseo de castigar en las urnas a los corruptos.
Así que esa práctica de compra de votos hoy debe salirles carísimo a los perpetradores de ese delito electoral. Hay que decirlo así: la gente hoy quiere ganar dos veces: el favor inmediato (recibiendo lo que le ofrezcan), y la ganancia social (castigando a los políticos corruptos en las urnas votando por otros que consideren decentes), en una especie de compensación que hacen los votantes para reparar en algo su culpa.
También es absurdo creer que cualquier promesa vale, puesto que la gente quiere librarse de los engaños; la consciencia social ha crecido en varias regiones de Colombia, y simplemente son comunidades que ya saben de presupuestos públicos, de políticas públicas, de reformas, de necesidades históricas que ya varios políticos desgastados han tocado de mil formas, tanto para engañarlos y sacarles el voto, como para avanzar en sus soluciones hasta cierto grado.
Aquí también cabe la reflexión sobre la coherencia entre la propuesta y el candidato o aspirante que la hace: imposible creerle por ejemplo a alguien imputado o investigado por corrupción, que va a realizar un buen manejo de los recursos públicos y va a trabajar con transparencia.
Este año se pondrá a prueba si es cierto que los electores premiarán las propuestas que mejor interpreten la realidad que viven millones de ciudadanos principalmente en tres agendas: la corrupción, que produce pobreza, y que a su vez genera violencia. El ciclo de siempre pero que se sufre de modos distintos.
Analizar el coeficiente cultural de las comunidades, es un imperativo que deben asumir los candidatos con mayor detalle y análisis si quieren surtir con mayor efecto sus posibilidades. Simplificar hoy los hábitos electorales de la gente, es un error.
La complejización en la toma de decisiones a la hora de votar, pasa por examinar el coeficiente intelectual (saber popular – individual) y la inteligencia emocional (capacidad de reconocer emociones y sacarle provecho en las relaciones), ambos elementos, factores que han cambiado mucho con el correr de los años.
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Por: John Hammer León Cuéllar
Twitter: @JohnHammerleon