Nuestra última historia de esta temporada, llega con una gran declaración de amor…
Bernardo ese día anheló que la tierra se abriera y se lo tragara.
Nos cuenta, que un fin de semana fue invitado a la casa de Cristina, la joven morena alta y delgada, con la que llevaba saliendo por cerca de tres meses. Era el cumpleaños de la mamá de la joven y ese día se le pensaba declarar y pedirle que fueran novios.
Se habían conocido en el trabajo, donde inicialmente empezaron a salir con los amigos de trabajo a departir unos tragos y algunas veces salían a comer. La química era evidente y cada vez estaban más cerca, pero nunca se atrevieron a dar el paso oficial para formalizar una relación.
Así que esa noche, en casa de Cristina, él aprovecharía la ocasión. En la fiesta había familia, amigos y varios vecinos. Desde muy temprano, el Doble Anís comenzó a tomarse por todos los espacios en donde departían la noche con mucho Vallenato.
La mamá de Cristina, una señora joven y muy conservada, atendía a los invitados con amabilidad y una sonrisa picarona. Bailaba y se disfrutaba la rumba de su cumpleaños sin parar.
Bernardo, con varios shots de Doble Anís, cogía las fuerzas suficientes para declarar su amor, pero entre más bebía, no podía dejar de mirar a su futura suegra; miradas iban y venían y él no se negaba al coqueteo visual, pues siempre, confiesa, ha sentido gusto por las mujeres mayores a él.
Bailaron unas cuantas canciones, se reían y tomaban aguardiente de la misma copa. Pero ante la evidencia de la situación, se separaron un poco para seguir compartiendo con los demás invitados porque la noche aún era joven.
Rato después, se encontraron nuevamente en la cocina, allá donde nadie pudo entrar por un momento, donde todo se confabulaba, ella lanzó la pregunta de la noche: – ¿Le gusta mi hija cierto? Él, ya un poco entonado, le confirmó entre risas.
Entonces ella guardó silencio, sirvió un vaso de agua, pasó por su lado, puso una mano sobre su hombre y le advirtió: – Lástima, porque a mí me gusta usted.
No volvieron a bailar más ni a mirarse en todo el resto de la noche. Ella lo ignoró por completo y no volvieron a hablar…