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El poder de las palabras: un abrazo invisible para las personas con depresión

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La depresión es un visitante silencioso, un peso invisible que abruma y aísla. Hablo desde mi experiencia personal, como médico y como alguien que ha caminado por los sombríos pasillos de la depresión, enfrentando ideaciones suicidas y encontrando refugio en la psicoterapia.

Quiero reflexionar sobre el tipo de palabras y acompañamiento que se necesitan en esos momentos, porque a veces, lo más sanador no es una solución, sino una presencia genuina y compasiva.

Cuando alguien atraviesa la oscuridad de la depresión, las palabras pueden ser puentes o muros. En mi caso, lo último que necesitaba eran frases vacías como «todo va a estar bien» o «sé fuerte». Estas intenciones, aunque bienintencionadas, subestiman la profundidad del dolor y pueden hacer que la persona se sienta aún más incomprendida. En cambio, las palabras que más me ayudaron vinieron de quienes se atrevieron a estar conmigo en mi vulnerabilidad, sin juicios ni prisa por «arreglarme».

Recuerdo cómo un amigo me dijo una vez: «No sé exactamente cómo te sientes, pero estoy aquí para ti, siempre.» Esa simple afirmación de compañía sin condiciones fue un bálsamo. Me hizo sentir menos solo en mi tormenta, como si alguien sostuviera una vela en la penumbra de mi mente.

También hubo momentos en los que mi terapeuta utilizó preguntas abiertas como: «¿Qué sería útil para ti ahora?» o «¿Cómo puedo acompañarte en este momento?». Esas preguntas no solo me devolvieron un poco de agencia sobre mi proceso, sino que también mostraron respeto hacia mi dolor.

La empatía no se trata de entender perfectamente lo que otro siente, sino de estar dispuesto a sentir con el otro. Durante mi recuperación, aprendí que el verdadero acompañamiento no viene de palabras elocuentes o consejos brillantes, sino de la capacidad de escuchar sin interrumpir, de ofrecer silencio cuando no hay palabras necesarias, y de estar presente incluso cuando no sabemos qué hacer.

Es importante destacar que la compasión no debe confundirse con lástima. Mientras que la lástima crea distancia y pone al otro en una posición de inferioridad, la compasión construye una conexión humana basada en el respeto y la igualdad. En mi camino, las personas que me ayudaron a sanar fueron aquellas que me trataron no como un caso clínico, sino como un ser humano completo, digno de amor y dignidad, incluso en mis días más oscuros.

Ahora, como médico, aplico estas lecciones en mi práctica. Ante un paciente que lidia con depresión, intento ser el espacio seguro que yo necesitaba: alguien que valida su dolor, ofrece esperanza sin trivializar sus luchas y, sobre todo, camina a su lado sin apurar su ritmo.

Las palabras son poderosas, pero a veces, la mayor ayuda viene de un gesto, una mirada comprensiva o simplemente estar presente. A quienes enfrentan la depresión, les digo que no están solos. Y a quienes los acompañan, les recuerdo que no necesitan ser perfectos, solo humanos. Porque en la conexión auténtica, encontramos juntos la luz que nos guía fuera de la oscuridad.

Por: Adonis Tupac Ramírez Cuéllar – adonistupac@gmail.com
X: @saludempatica

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