El encanto del poder

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En Colombia ganarse un cargo a través de la elección popular, es toda una odisea; sostenerse en él, es una verdadera proeza. Es que el poder al igual que el dinero y la fama, no es nada  fácil de administrar, peor aún en una sociedad como la nuestra inmersa en la pobreza, atestada de lagartos expertos en adular y encantar a quienes se ganan esos espacios del poder.

Para ganarse una elección de alcalde o gobernador, se requiere de un gran ejercicio político y administrativo que le permita al candidato o candidata convencer a los electores, que desde ese cargo administrativo, es quien puede gestionar, administrar y resolver infinidad de problemas de diversa índole. Es igual a convertirse en el “producto” que la gente quiere comprar. Es una tarea difícil, compleja y en la mayoría de los casos muy costosa.

Si ganar es tan complejo, ¿Qué decir de como sostenerse en el poder? Son múltiples las talanqueras que se le atraviesan a los recién posesionados en estos cargos de elección popular; como es el caso puntual de los gobernadores y alcaldes que hoy se enfrentan a una realidad que en su mayoría jamás imaginaron, y es ahí en donde se conoce el talante de los buenos gobernantes, de los que pueden soportar y salir ilesos de la tormenta.

Es que detrás del alcalde y gobernador de turno se mueven cientos de intereses económicos y políticos en donde los interesados en su mayoría aspiran, ser cabeza de fila. La primera puja es por ser nombrado en un cargo, que va desde el que aspira ser nombrado como: vigilante, conductor, auxiliar, mensajero hasta los que aspiran a hacer parte del gabinete en un alto cargo.

Lo cierto es que las instituciones oficiales, son como imanes que atraen a mucha gente, que desde su óptica miran al sector estatal como la oportunidad del empleo, del contrato externo, el de las obras civiles y la prestación de servicios profesionales y técnicos. Y claro al no haber cama para tanta gente es el momento en donde ya se escuchan voces de inconformidad y se empiezan a ver caras largas en los pasillos de la gobernación y de las alcaldías.

Una cosa es la buena intención de nuestros gobernantes y otra la cruda realidad de un departamento con más oferta de mano de obra que de oportunidad, en donde la pobreza y el desempleo transitan de la mano por doquier.

Por: Miguel Rodríguez Hortúa – miguel.rh12@hotmail.com
Twitter: @miguel_rh12

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