Alirio Barrera, el campesino que contra todos los pronósticos, le devolvió la decencia al Casanare

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En casi dos décadas, Casanare tuvo más de 12 gobernadores. La corrupción, los vínculos con grupos al margen de la Ley, la sombra de la violencia y el derroche de lo público, todo esto ambientado en un contexto de bonanza petrolera, llevaron a uno de los departamentos de mayor peculio financiero a verse sumido en el desgobierno.

Gobernador que asumía, era gobernador que destituían. Salían millonarios y si contaban con suerte y tiempo, huían al extranjero evadiendo la justicia colombiana o escondiendo sus acaudaladas fortunas para hacerle el quite a la veeduría ciudadana y las investigaciones de los entes de control.

La historia daría un repentino giro, pues se estaba abriendo el camino para la aparición de un hombre de finca, quien se cansó de oír por la radio lo que pasaba en el Casanare y en medio de burlas de algunos e incredulidad de otros, se metió a una campaña exprés de tres meses que terminaría con la mayor sorpresa electoral en la historia de ese Departamento.

El 27 de octubre de 2015 casi nadie lo podía creer.  85.500 votos respaldaron a un hombre del que poco se sabía. Que fue concejal de Aguazul (Casanare) a lo sumo se conocía. Fue un ‘palo’ electoral y un batacazo a los partidos tradicionales. El hijo de Monterralo, una pequeña vereda de Aguazul, quien no terminó el bachillerato por dedicarse al trabajo de llano, se convertía en la primera autoridad del Casanare y tendría la obligación de cambiar el pasado oscuro de ese departamento de la Orinoquía.

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Josué Alirio no es un gran orador, pero no hay una sola persona que no entienda lo que dice. Echa mano de frases coloquiales como “no tenemos plata, pero lo que sí tenemos es palabra”, “Toca es madrugale [sic] a trabajar”, “el que se queme que sople”, y así es que gobierna, haciéndose comprender porque eso es lo que le ha enseñado la universidad de la vida, eso sí, siempre con la firmeza de un llanero recio, de esos que inspira respeto.

Dice no tenerle miedo a casi nada, y cuando se dice que “a casi nada”, es porque en una rueda de prensa respondió “(…) a mí lo que me da miedo es ver a mi mujer brava”, y eso tiene una explicación: a este gobernante, de talla considerable y musculatura prominente, aún le brillan los ojos cuando habla de su primera dama, la misma que lo ha acompañado incansablemente desde que eran casi niños. “Nos acabamos de ennoviar, apenas llevamos 25 años juntos” dice Alirio con los ojos aguados.

Tiene tres hijos, dos mujeres y un hombre. Tan coleadores y llaneros como su padre, pero con la calidez de su madre.

Tienen de particular que son muy espirituales, son cristianos practicantes. Van juntos cada domingo a la iglesia y aseguran que “hacen el bien basando en la fe”.

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El camino no ha sido fácil. Alirio Barrera, ha manejado apenas el 17% del presupuesto de la administración anterior, y al menos un cuarto del presupuesto del último gobierno que amasó millonarias regalías, el de Raúl Flórez (2008-2011), mandatario suspendido en tres ocasiones y por último destituido, durante ese período fueron encargados seis mandatarios. Aun así, Barrera ha saldado la deuda pública adquirida en gobiernos que le antecedieron, y le ha dado orden a las finanzas, porque dice él “esto es como en la finca, uno debe cuidar los recursos, y no contratar por contratar”.

La Ley que reformó el Sistema General de Regalías en 2010, y que puso a padecer a los departamentos productores de petróleo, así como el fatídico desplome del precio internacional del barril del crudo en el 2015, pusieron en jaque la economía de Casanare como nunca antes en su historia. Variable que tuvo que sortear Josué Alirio, como si fuese todo un avezado economista.

Y es que Casanare ha sufrido el rigor de tenerlo todo, a sobrevivir con apenas lo que les llega del gobierno nacional, que no es suficiente para sortear las necesidades de una población exponencialmente creciente, como lo indica el más reciente censo del Dane; pero Alirio, como buen rebuscador o como él mismo dice: “como tigra parida”, ha salido a gestionar recursos y abrir ventanas comerciales en países como Israel, China y Estados Unidos, en el caso de Norteamérica, estuvo en Harvard, donde dio ‘cátedra’ en economía de cómo, literalmente, rebuscársela para salir de una crisis.

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Según Alirio Barrera, la fórmula para devolverle la decencia a Casanare tiene que ver con su “entrega absoluta a los designios de Dios”. No hay una sola decisión que él tome que no la consulte con el que siempre llama con toda reverencia ‘el Todopoderoso’, porque él se cataloga no como fanático de la religión, sino “temeroso de Dios”.

En cuanto a su oficio diario, afirma trabajar todos los días. Hace revisar cada movimiento de su administración con tres abogados de toda confianza y se inclina por la propuesta más acertada, pero si le quedan dudas, prefiere no firmar, “porque la plata es de los casanareños, no mía” asegura.

A él no le importa que le llamen campesino, es más, se siente orgulloso que sin tener los pergaminos pegados a la pared, aprendió de su mamá María Elena Rodríguez y don Josué  algo que casi no enseñan ahora en las aulas: la honestidad, la palabra, y el compromiso.

Han tratado de criticarle que siendo gobernador siga practicando coleo, el deporte propio de los llaneros, pero él, sale adelante a las críticas y afirma que “antes otros gobernadores se dedicaban a los casinos, la vida nocturna, el fútbol y un sinfín de placeres, y ahí sí nadie les dijo nada (…) me daría más vergüenza que dijeran -Alirio ganó la gobernación y ya no se le ve en los coleos, ni compartiendo con su pueblo-”.

Así es Alirio Barrera, un hijo del campo que amansando caballos se ganó la vida, escalando y convirtiéndose en un empresario del turismo y la exposición equina, demostrando que manejar la política es como domar un potro salvaje, con disciplina y respeto, hasta hacerlos andar, Con Paso Firme.

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