A mi Venezuela no me importa, a mí me preocupa es Colombia, mi país. Puede sonar cruel a intransigente; los vecinos podrán tener cientos de problemas, pero en mi casa también los hay y son mucho peores.
Claro que es triste ver como Venezuela se desangra por los valientes manifestantes que han muerto en estos dos últimos meses, en una lucha con un gobierno torpe y mezquino. Saber que aguantan hambre, que no hay opciones de trabajo, eso da tristeza, pero los medios de comunicación, que manipulan nuestros sentidos, también le dan esa pizca de picardía al asunto, para verlo más trágico, para mostrar una sola cara de la moneda. Sin embargo, Maduro se muestra como un gobernante ignorante y despreciable.
Venezuela es como la casa de al lado que todos tenemos, y desde nuestra ventana miramos de reojo que sucede por allí; que si el vecino peleó con su mujer, que si la hija está embarazada y de por qué el hijo mayor estuvo unos días en la cárcel.
Nos preocupamos y hacemos comentarios todo el día de nuestros vecinos, pero nunca miramos nuestros problemas, no sabemos qué ocurre internamente ni mucho menos tenemos el coraje de salir a protestar por nuestros derechos. Primero se mira la paja en el ojo ajeno.
Tenemos problemas graves y repetitivos, medianamente mostrados por los grandes e influyentes medios del país; como lo es La Guajira, el Chocó y ahora Buenaventura.
La mirada está hacia el pacífico colombiano, una tierra olvidaba por el gobierno Central, donde los gobernantes de provincia, lavan sus culpas con Santos, con los ministros y no hacen una verdadera gestión, porque la conclusión es la misma: todo se lo roban.
Hay gente muriéndose de hambre en nuestro país, y claro, también en Venezuela; no se sabe en donde está peor, pero cada uno tiene sus propios problemas y no podemos tapar con cortinas de humo la grave crisis económica de este país, mostrando a diario lo que suceda en Venezuela.
Los bancos y los empresarios cada vez más ricos, y los pobres cada vez más en la inmunda. La brecha social no desaparece, por el contrario se acentúa más en zonas como el Chocó, región olvidada donde todo lo imaginable a la pobreza es posible.
Venezuela debe salir adelante, pero nuestros ojos deben estar en Colombia, en lo que nos pertenece y compete, exigir, reclamar y protestar, no agachar la cabeza hasta conseguir lo justo.
El pueblo elige, el pueblo decide, y en manos nuestras, en futuras elecciones, está marcado el destino del país, que se mueve entre intentos frágiles de paz y distorsiones de información en los que se lucran y benefician unos pocos.
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Por: Alejandro Cabrera Collazos – alejandrocabrera23@gmail.com
Twitter: @alejocabrera