Las finanzas públicas están haciendo agua, el jefe de la cartera que arrogante hace algunos meses vociferaba con el cuento del blindaje de la economía ante la crisis de los bajos precios de los commodities a pesar de la inevitable caída de las exportaciones, la dramática reducción de los ingresos fiscales, el encarecimiento de la deuda por efecto de la devaluación del peso, no ha tenido más remedio que aceptar las dificultades presupuestales y en consecuencia formular como remedio recortes a las partidas del presupuesto de inversión y nueva reforma tributaria.
Como era de esperarse la crisis que deriva de una concepción de la economía basada en el crecimiento del capital foráneo no procura resolverse sobre los hombros de los beneficiarios de la bonanza de precios de combustibles fósiles y la minería, se centra en exprimir aún más a aquellos que han visto menguados sus ingresos por la vía de bajos salarios, negocios formales e informales que sobreviven con microtasas de rentabilidad y todos apretados por los ascendentes costos de los alimentos, la vivienda, los servicios públicos domiciliarios y de transporte, los pagos a las EPS que prestan un pésimo servicio y mayores y nuevos pagos en educación secundaria y universitaria.
Los impuestos que se anuncian sumirán en la desesperación a las atribuladas familias colombianas, aumento en el pago del IVA, reducción de la base tributaria para obligar a más contribuyentes a pagar impuesto de renta, especialmente aquellos que no tienen como esconder ninguno de sus precarios ingresos, porque quienes disponen verdaderamente de recursos para pagar plantillas de contadores y tributaristas que maquillan balances son los mayores evasores, justamente los favorecidos con exenciones, como el pago del gravamen por remesas de utilidades al exterior o menores tasas en renta o compensaciones por pago de IVA, en fin una fila de beneficios que terminan cobrando menos impuestos a los que más ganan.
Las consecuencias de tamaña decisión son impredecibles, pues el malestar social irá en aumento, las gentes se aprietan el cinturón, colaboran reduciendo el consumo de energía, ahorran a más no poder con tal de mantener la tranquilidad social, miran al otro lado cuando perdemos fallos internacionales, pero todo tiene un límite y tan solo con el cuento de la Paz que no se firma, el gobierno no podrá mantener de manera indefinida contenida a una población que día tras día sufre en carne propia los resultados de políticas que afectan la vida de las inmensas mayorías.
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Por: Libardo Gómez Sánchez – libardogomez@gmail.com