Tengo mucho que agradecerle a la tecnología, a las redes sociales, a la inmediatez de los medios digitales, a esta nueva era, pero hay que confesar, que a veces la saturación de contenidos, llega a ser chocante y hasta insultante. Pero en los últimos tiempos, a mayor avances tecnológicos, mayor distancia en convivencia ciudadana y desarrollo de la sociedad; pues lo que sirve para acercar, también permite alejar.
Los celulares y el internet se han convertido en una extensión de nuestra vida y de qué manera han servido hoy, eso no cabe duda, pero la inutilización de estas herramientas sí que causan un traumatismo en la sociedad.
Y es aquí donde pretendo hacer una sana reflexión. No sirvo para detenerme en un accidente de tránsito; simple, sino sé auxiliar, no hago estorbo. No me interesa sacar mi celular y hacer fotografías o peor aún, videos, de heridos, muertos y toda clase de registros que alimenten el morbo virtual y el sensacionalismo en los medios masivos y digitales.
En esto se ha convertido nuestra actual sociedad. Todas las personas con un celular o dispositivo que tenga opción de foto o video, antes que cualquier auxilio, debe dejar la prueba de lo que está viendo, sin importar los efectos que esto tenga. No hay respeto por el muerto destrozado que se está grabando en una accidente de carretera, porque ahora hasta por Facebook se puede transmitir en vivo.
Nadie hace reparo en esto, son miles los registros que encontramos en las redes sociales de esta clase de ejemplos, que en lugar de auxiliar a alguien, está primero el propósito de fotografiar lo más amarillista posible o grabar el mayor tiempo posible para tener miles de visitas y reproducciones en su cuenta social.
No se controla esto, no hay filtros, los robots de las redes sociales no alcanzan a eliminar eventos de estos, ante la saturación de contenidos que recibimos a diario. Pero antes que solicitarle a un robot, es la conciencia que debe tener la persona que realiza el hecho de tomar su celular y fotografiar una situación que vulnere los derechos de las personas y pongo solo el ejemplo de los accidentes de tránsito, peleas, violaciones y maltrato animal, porque es lo que más se encuentra uno en redes.
Se va perdiendo poco a poco el respeto por el otro, no se piensa dos veces, antes que auxiliar a alguien en una calle que está herido, llamar una ambulancia, prestar primeros auxilios, está la premisa de dejar registro, de publicarlo, de buscar como sea compartido miles de veces y más y más vean el morbo latente en el que nos estamos volviendo, en la generación de consumo virtual.
Militares desmembrados, cuerpos entre latas de vehículos, personas quemadas vivas, animales maltratados o niñas apuñaladas una y otra vez, como ocurrió hace unos días en La Plata, occidente del Huila, se están convirtiendo en el pan de cada día. Se dice que varias personas observaban al desquiciado joven introduciendo su cuchillo en el cuerpo de esta menor una y otra vez desde la distancia. Unos miraban, otros grababan. ¿Es cierto? Claro que sí, luego de pocas horas el video de la niña muerta ensangrentada en el piso, rodaban por redes sociales y por cadenas de mensajes de chat como WhatsApp. ¿Y si alguien de los que sí pudo grabar con su celular hubiera hecho algo? No, la excusa de los insensibles es: yo en eso no me meto.
Pero pareciera que no solo es criminal quien comete el hecho sino también quien se atreve a reproducir morbosidad y puede registrar momentos tan desagradables e irrespetuosos; pero esto no sucede en el Huila, sucede en el mundo entero, donde la sensibilidad se va perdiendo porque cada día somos más cabrones.
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Por: Alejandro Cabrera Collazos – alejandrocabrera23@gmail.com
Twitter: @alejocabrera